domingo, 25 de febrero de 2018

La Misión





I
Su pequeña figura se perdía entre el gentío en medio del Aeropuerto Internacional de Guarulhos, donde se desdibujaba entre miles de personas que llegaban, partían o esperaban interminables horas por los atrasos de sus vuelos. Detrás de sus gafas sus ojos parpadeaban entre el cansancio y la incertidumbre por la decisión que había tomado de alejarse de Sao Paulo hacia la pequeña aldea donde había nacido en el nordeste de Brasil y pretendía unirse a un grupo de voluntarios para atender sus necesidades básicas.
Su vocación de servicio era muy fuerte y siempre había soñado con ayudar a los más desprotegidos... Estaba dejando atrás el confort y la buena vida que su familia le había proporcionado para acercarse a un mundo que para ella era casi irreal...
La esperaban en la ciudad de Olinda donde se desempeñaría como enfermera en pediatría de un centro asistencial de ayuda social para colaborar con los proyectos de salud de la zona.
II
Después de aterrizar, recoger sus bártulos y arreglar todos los procedimientos aduaneros, llegó exhausta al hall de salida.
Uauuuu…Que alegría… Un cartel de considerables dimensiones atrapó su vista…
¡¡BIENVENIDA YOLANDA!!... Unos lagrimones saltaron de tanta emoción, dejó en el suelo el equipaje y saludó levantando sus dos manos al pequeño grupo agrupado alrededor del cartel.
Mientras abrazó, uno por uno a sus nuevos compañeros y colegas, caminaron hasta un simpático bus descubierto que los llevaría hasta el campamento sanitario.
Después de acomodarse en la pieza asignada que sería compartida con otras tres enfermeras, fue acompañada por el médico cirujano a recorrer y conocer de cerca el hospital de campaña allí instalado, las distintas salas de internación y demás dependencias.
El primer día, fue un remolino de caras nuevas, todos la recibieron con esa sencillez que llega y tanto imanta, otorgando fuerzas para dar lo máximo que uno puede.
III

Habían transcurrido siete años desde el día de su llegada a ese lugar donde la recibieron de brazos abiertos sin que nadie supiera que ella también había nacido en Olinda.
Los cambios sociales y culturales eran notorios como la mejora en la atención de la salud... La población era mayormente compuesta por niños que iban creciendo con alegría... -El clima atempera el carácter- pensaba Yolanda mirándolos con dulzura en cada consulta en que recibía a madres con pequeños en brazos o a los ancianos que no perdían el gusto por la vida...
Yolanda era feliz, tanto como lo había imaginado. En las tardecitas luego de sus labores le gustaba visitar a los residentes de Olinda que siempre la recibían con suma cordialidad preguntando -"¿gustaría de tomar un café?"- y la sala se llenaba del aroma tibio que venía de la cocina.

Pero cierto día, algo poco común sucedió cuando un niño desapareció de su casa. Los padres y algunos vecinos comenzaron la búsqueda. Sus escasos cinco años no le permitirían pasear solo en aquella zona cercana a la selva, con todos los peligros que ella significaba.

IV

Ya era noche entrada cuando la enigmática noticia llegó a oídos de Yolanda.
Salió de su casa y apresuró el paso con dirección al poblado. Toda una serie de malos presentimientos inundaban sus pensamientos, en vano trató de evitarlos; ya a los pocos metros de llegar hasta la vivienda de la familia del niño desaparecido, se topó con una gran cantidad de personas agolpadas alrededor de la casa.
Un aire de preocupación pintaba sus caras. Allí se enteró que ya habían organizado un grupo de vecinos con antorchas y machetes para salir en la búsqueda del niño.
Con cierta dificultad se hizo paso entre la muchedumbre… En la puerta de la humilde casita, reconoció a los padres afligidos. Se acercó a la madre, era Juliana, una de sus ayudantes en la sala del Hospital, al verla corrió hacia ella, ambas con lágrimas en los ojos se estrecharon en un efusivo abrazo. Las palabras estaban de más.
V

Los padres en medio de la desesperación relataron a Yolanda que temían lo peor dado que corría de boca en boca la leyenda que antaño, cada mes de Abril la población perdía la calma ante la desaparición de pequeños niños, siendo responsables una secta habitante de la Selva Amazónica quienes efectuaban rituales paganos con pequeños de cabello dorado con ojos tan amarillos como el oro como los de Leonardinho.
Durante aquel mes, las madres dormían abrazadas a sus hijos sin separase un instante de ellos. Habían pasado muchos años sin que se repitieran dichos sucesos, y los moradores del lugar evitaban recordar el rumor y preferían pensar que era parte del folklore popular. Pero ahora todo volvía a la memoria de los más viejos y se volvía más real...
Estaban tan alarmados en busca del niño que toda la historia se agigantaba ante la desaparición del pequeño.

Yolanda se estremeció preguntándose si era realidad o una pesadilla. Abrazada a la madre prometió que pondría todo de sí para ayudar en la búsqueda.

Nuestra enfermera tenía un secreto de ocultos poderes que nunca había revelado y ese también fue uno de los motivos por lo cual se había alejado de la gran ciudad. Su misión no era solo cuidar la salud de los niños enfermos... Era volver a sus orígenes por alguna razón...

VI

Recuerdos no muy gratos, vivencias que trató de mantenerlas bien ocultas; el tiempo transcurría y creyó que no volvería a tener necesidad de resucitar sus poderes que no siempre habían dado favorables resultados. Pero las circunstancias permitieron, aunque sin desearlo, que esa noche de luna llena, su otro yo, ese que tanto temía, diga… ¡Presente!
No dudó, vistióse ropas obscuras, un gorro que ocultaba su rubia cabellera y partió, con paso seguro y fuerte, hacia allí, donde los ritos paganos y eufóricos rituales acogerían con sumo interés sus dotes de bruja.
VII
Yolanda era una bruja blanca, cargaba con ese secreto que la agobiaba desde sus cinco años cuando dos individuos pertenecientes a una secta misteriosa que rondaban su casa se contactaron con sus padres, que no eran ajenos a la presencia de esos personajes rondando sus vidas... Luego de algunos encuentros  fueron convencidos que debían permitir realizar un extraño geroglífico que tatuaron en la espalda de la hermosa niña de rizos color oro tan dorados como sus ojos brillantes como el sol...
A Yolanda le perturbaba su historia secreta. Ciertas noches  la visión del "arcángel contra el ángel caído" se repetía en visiones perturbadoras... Por alguna razón en particular, el destino la había llevado de regreso a Olinda, su corazón le decía que ya no podía seguir eludiendo la verdadera razón de su existencia. Había llegado la hora de volver a usar sus poderes anhelando fuera por última vez. Nadie escapa a su destino y Yolanda no podría escapar al suyo.
Ya pertrechada de su atuendo para poner en marcha su misión se dirigió hacia la salida del pueblo.
Era hora de actuar, aunque significara que toda su existencia cambiaría. Todo estaba dispuesto, todo estaba escrito en el libro de la vida... Su misión debía cumplirse para cerrar el ciclo...
Al llegar al campamento de los raptores encontró todo dispuesto para el sacrificio del niño. La secta desconocía el poder de Yolanda de levitar sobre el fuego, y ante el asombro de los brujos arrodillados su luminosa figura se desplazaba sobre llamas. En un lenguaje extraño exigió la entrega del niño. Sarkari, el líder más viejo del grupo le respondió asintiendo en silencio sin mover un solo músculo de su rostro. Desde una choza se escuchaba el llanto del niño pidiendo auxilio. Yolanda levitaba de un lado a otro sobre los siniestros personajes que  intentaban huir, pero los rayos de fuego lanzados por Yolanda alcanzaban a todos y los convertía en cenizas...
El niño observaba sin temor… sentía que la hermosa bruja era su salvación y lentamente entraba en un estado de catalepsia ante la figura irreconocible de la enfermera... una a una iban desapareciendo las chozas bajo el fuego... los ojos de Yolanda lucían del color del oro vidrioso y su cabello dorado resplandecía como las mismas llamas...
Todo iba desapareciendo a su paso y de las cenizas renacía el verde de la selva voluptuosa sin dejar rastro de lo sucedido. El propósito de su misión se había cumplido.
El niño dormía plácidamente debajo de un frondoso cedro cuando sus padres lo encontraron. El pueblo festejó su regreso con danzas y canciones regionales.
Yolanda observaba desde el ventanal de la clínica satisfecha sabiendo que jamás volvería a faltar un niño de su hogar… desde ese día todos los niños nacidos en ese lugar nacerían de cabello negro con ojos más negros que el carbón.
El tatuaje de Yolanda se había desvanecido y su espalda lucía tersa al descubierto de la blusa escotada que llevaba debajo de su guardapolvo blanco. Todo había regresado a la normalidad y reinaba la paz como si lo sucedido hubiese sido un sueño.
Ahora era Leonardinho quien guardaba un secreto que perturbaría su inocencia al preguntarse qué significaba el tatuaje que lucía en su espalda sin poder descifrar el extraño jeroglífico que había descubierto, luego de despertar debajo del cedro en los brazos de su madre.
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Autores
LILIAN VIACAVA (Uruguay)
BETO BROM (Israel)

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*Registrado/Safecreative N°1802235865299
*imagen de la Web c/texto anexado

sábado, 17 de febrero de 2018

EL ENAMORADO SOLO


  


Un caserío: “Los Bancos”... Como dicen muchos: un campo con arbustos y pajonales, vida sencilla limitada por la humildad, sencillez, calor asfixiante, pobreza extrema, con pocos habitantes que se conocen todos y se ayudan entre sí. Con un molino a mitad del camino, donde la gente va a buscar agua y mucha distancia entre las casas, lo que significa caminar grandes trechos en soledad, interrumpida a veces por personas en burro o bicicleta para ir hasta la bodega más cercana que por ser escasa en mercancía la llaman ratonera.
Así que compran mortadela, sardinas, arroz, chimó o tabaco, entre otras cosas pues lo demás lo complementan con sus gallinas, huevos, leche de las vacas, quesos y sueros que ellos mismos preparan… una rutina muy asfixiante para otros que no vivan allí. Cada quien en lo que medio puede hacer.

Cerca hay una finca muy grande, dividida para dos familias. Una es la de la maestra rural enviada por la gobernación y que improvisó una habitación  para dar clases. Le tocaban tres primeros grados de Educación Primaria, por ser Estatal Concentrada. Allí llegaban los infantes con sus crinejas tejidas y lazos de tiras, o sus pantalones cortos, mientras se oía el chancleteo de las alpargatas, calzado típico del llanero. Llevaban de desayuno, una arepa de maíz pelado que sus madres hacendosas les incluían en sus morrales, después de haber machucado el maíz para  sancocharlo y molerlo, afanosa tarea a la que están acostumbradas.

Marvella, la dueña de la bodega “El Porvenir”, era muy atenta, cariñosa y alegre. Así que todas las tardes, se reunían varios vecinos, incluyendo los que estaban de pasantes, mientras hacían reparaciones para mejorar sus condiciones de vida y que eran enviados por  el gobierno. Las reuniones se convirtieron en una costumbre y se oía hasta casi la medianoche el coro de carcajadas confundidos con el chirrear de los grillos y el croar de los sapos, ante el intercambio de chistes, cuentos de camino y hasta de  espantos.

Pasaron varios meses y Epifanio, uno de los obreros que habían llegado de la ciudad, se enamoró locamente de Marvella, le declaraba continuamente su amor, pero ella no estaba interesada, solo lo aceptaba como amigo. Al ver que otros le hacían ojitos, empezó a sentir unos celos increíbles, que lo llenaban de rabia incontenible, al  apreciar que no era correspondido.
Unas semanas después, Marvella decidió cerrar un rato su bodega para ir a visitar a su mamá. Se puso bien bonita y empezó el descenso hacia el ranchito materno.

Los vecinos se alarmaron porque no abrió su bodega en la tarde, ni al otro día. Todos los habitantes del caserío, se reunieron para empezar a buscarla. A esto, se anexó Epifanio con los otros obreros de la Compañía… pasaron las horas y no la consiguieron… así que participaron a la policía y un grupo de vecinos acompañados ahora, con dos uniformados, comenzar esa misma noche a rastrear, palmo a palmo, todos los alrededores.

A todo esto, Marvella permanecía inmovilizada a causa de una gruesa cuerda con la cual su “pretendiente” Epifanio, logró maniatarla a una silla; el lugar sombrío donde se encontraba, era un viejo y destartalado galpón, dentro de la zona donde se realizaban las obras de refacciones a cargo del estado provincial. Todo ello sucedió después de encontrar por sorpresa al susodicho enamorado, en el camino hacia la casa de su madrecita. Unas palabras, algunos piropos…y cuando menos lo esperaba, el obrero la sujetó con fuerza, anudó sus manos y la arrastró, en contra de su voluntad, hacia el galpón mencionado. Por supuesto, que los gritos y quejas de la pobre mujer, no hicieron mella en el secuestrador quien le aseguró que nadie encontraría ese lugar, y por lo tanto, le sugería calmarse y convencerse de la situación. Lo que sí, dejó bien clara su promesa, que la trataría bien y no tendría ninguna clase de problemas, en la casa donde la llevaría, de su propiedad, situada en una ciudad lejana, donde residía.
Sueños locos al pretender en su capricho, que el amor puedes ser a juro, pero él pensaba que si no iba a ser para él, tampoco para otro
Entre tanto, la sorpresiva desaparición de Marvella, dio lugar a muchas conjeturas que no encontraban respuestas ni solución del caso, por parte de los cuerpos policiales que se apersonaron en ese campestre lugar: ¿Se la había comido algún animal salvaje en el camino hacia la casa materna?, ¿Una tragavenado, una cascabel, un jabalí, un báquiro? ¿Se dirigió al río cercano y se ahogó? ¿Se escapó con un amante oculto? ¿Se la llevó un fantasma de los tantos que referían en sus cuentos de camino?

Lo cierto es que pasaron tres meses y nada más se supo. Todos se resignaron y por los momentos, cerraron el caso.

Durante ese lapso de tiempo, Epifanio, el enamorado solo, cumplía de lunes a viernes normalmente con su trabajo en la compañía, sin despertar sospecha alguna y demostrando la misma preocupación que las demás personas del caserío.

Sin embargo, uno de los amigos de Marvella, Amadeo, quien también estaba enamorado de ella, observaba disimuladamente a Epifanio, la intuición le avisaba que había algo raro en él, y frecuentemente, le entablaba conversaciones, hasta que le reveló dónde se iba los fines de semana.

Así que  Amadeo, le avisó todos que iba a trabajar en una finca lejana que quedaba en Guarda Tinajas, pero se fue a vigilar a Epifanio.
Se quedó en un rancho abandonado ubicado en las cercanías del solitario galpón que a su vez tenía en la parte trasera una casita donde el astuto y maligno tipo se refugiaba, y hablaba con un primo que quedaba a cuido de Marvella y le daba comida.

Cuando apagaron las luces, se fue acercando sigilosamente. El sueño había vencido a los bandoleros después de ingerir bastante licor... en un radio de pilas, se oía una canción de Gualberto Ibarreto: Ah cuerpo cobarde, cómo se menea, si trae una pea que Dios se la guarde...
Entonces, al comprobar que los malignos roncaban, se acercó a la puerta del galpón y con un pedazo de cabilla logró reventar la cadena... todo estaba tan oscuro, que no le fue fácil encontrar donde estaba escondida su amada.
Sigilosamente hurgó entre las piezas del tugurio, hasta que en un camastro destartalado y sucio, la reconoció…en un primer momento Marvella, no creyó lo que sus asombrados ojos revelaban…pero si era Amadeo su querido amigo…una sonrisa se dibujó en su rostro…susurró cuando éste se acercó…

    -No hagas ruido, se van a despertar, shhhhh….
    -Quedáte tranquila, están borrachos…ven dejáme que te libere y salgamos de prisa.
En unos contados minutos, ambos estaban ya fuera del galpón.

   -Apresuremos el paso, no sea cuestión que nos pesquen, vamos… ¿puedes correr?
 -Tengo entumecidas las piernas, hace tiempo que no camino, pero lo intentaré.
Y allí fueron enfilando hacia la colonia, envueltos y ayudados por la penumbra.

Al día siguiente del rescate, todos se congregaron en “El Porvenir”, la bodega era chica como para albergar tal cantidad de vecinos, todos querían ser partícipes de la algarabía general, y allí en el centro estaba orgulloso el héroe del día, Amadeo, desde ese día apodado El Grande, recibiendo las felicitaciones por la hazaña efectuada la noche anterior.
Marvella sonreía, agradecía y no sabía cómo responder a tanta amabilidad…colocó unos cuantos botellones de vino, exclamando… ¡Hoy la bebida a cuenta de la casa!

Por su parte, Don Rodrigo, capataz de la escuadra de obreros encargados de la refacciones, dio orden de buscar a los dos supuestos raptores  a quienes encontraron durmiendo todavía ante la tremenda pea y al esposarlos pusieron los ojos como dos huevos fritos. A empujones los montaron en la patrulla a pagar  sus culpas.

Mientras tanto, Marvella y Amadeo, al enterarse  de que ya se los habían llevado, se miraban  con mayor intensidad que de costumbre empezando ella a descubrir el nacimiento del amor, mientras  recordaba - pensando en el secuestrador,-  una copla que decía su mamá:
El enamorado solo
con agua se desayuna
y se va para su casa
sin esperanza ninguna.


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Autores
Trina Mercedes Leé Montilla de Hidalgo (Venezuela)
Beto Brom (Israel)

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*Registrado/Safecreative N°1802135764777
*Imagen de la Web / con texto anexado








INVESTIGACIÓN




La muerte de Liselot Janssen, joven estudiante de medicina (veinticuatro años), dejó de ser una investigación más, para convertirse en una preocupante incógnita para los tres oficiales a los que se les había encargado resolver este caso.

Beatriz Hidalgo, Sebastián Crudo y Daniel Pedernera, estaban sentados en la Oficina de Homicidios y Asesinatos de la Estación Central de Policía de la capital. Cada uno de ellos tenía un buen resumen de la investigación hasta la fecha del caso referido.

-Escúchenme compinches- dijo Beatriz- he leído y releído todos los detalles pertinentes, y cada vez entiendo menos, en una palabra, estoy en ascuas…

Sus colegas, sonrieron, enviándole unas miradas de suficiencia.

-Siempre igual, Oficial Hidalgo - expresó Daniel- no hay que desesperar… tenemos todo el tiempo necesario, ya Sebastián se comunicó con el Jefe y después de explicar los motivos, recibimos una semana más para esclarecer el caso, quédate tranquila y analicemos paso a paso los datos que tenemos.

-Préstame atención, Beatriz, tienes más años que yo en el servicio, es más, recibiste medallas de reconocimiento a tu esmerado trabajo, y ello habla de tu capacidad, experiencia y logros. – Sebastián expresó sus palabras en forma lenta y persuasiva y agregó: - Dime, ¿qué opinión te dejó la declaración del “compañerito” de la difunta?

-Ante todo, agradezco los cumplidos, que viniendo de tu boca, tienen un doble valor, pues últimamente pensaba que no te sentías cómodo trabajando juntos, pero, por lo escuchado….me equivoqué, ja, ja, ja…con respecto a tu pregunta te diré que la carita de timiducho me resultó una simple careta, además, pensaba muy bien antes de responder a nuestras preguntas, era muy obvio entender que no deseaba equivocarse.



Mientras, Mariano Altavista, alias “el pibe”, descansa en el pabellón de los detenidos, sospechoso de asesinato. En la misma celda compartía la estadía, el famoso Juancito, viejo malandra, a escasos dos meses de una larga temporada en la cárcel regional.

-¿Y vos, porque caíste, Pibe?

-Esta vuelta me confundieron con otro, mala suerte la mía.

-No me vengas con pavadas, los cerdos por lo general no se equivocan, dale, larga el fardo, no te me achiques.

La carcajada de Mariano Altavista retumbó hasta el confín de los pabellones. La cicatriz que le atravesaba el pómulo izquierdo se le extendió hasta que se perdió en los estrangulados ojos…

Ambos se midieron…se estudiaron…cada uno quería saber cuánto pisaba en el otro... Habían estado solos hasta ese momento; se apiñaban ahora junto a ellos un puñado de reclusos esperando la gresca.

Las miradas de ambos eran acuciantes, necesitan aclarar donde cada uno estaba parado…

En un instante….el revuelo…la huida…había cambiado la guardia y al ver el grupete armado…entraron con sus armas al grito de: ¡¡¡reclusos cuerpo a tierra!!!

Los que esperaban para el segundo turno, en las galerías encontraron un motivo para reír y hasta para hacer apuestas….

-¡Eh, Juancito y el Pibe…levántense…! Tienen diez días de calabozo sin comida.- Al llevárselos pasaron muy cerca uno del otro…las miradas eran arpones… fuego y prometían “vendetta”…

A los pocos días, la Oficial Beatriz, recibió una llamada telefónica, desde la centralita situada en el subsuelo de la Estación de Policía.

-Aquí la Oficial Hidalgo, ¿Quién habla?

-Mira piba, tengo poco tiempo, así que escúchame bien…puedo darte datos sobre la estudiante, pero quiero diez mil, y que sean en billetes chicos… ¿entendido?

-Ante todo te aclaro que no soy un banco, te equivocaste de número, y a mí no me corras, yo tengo mucho tiempo… ¿quién eres? -Mientras hablaba hacía señas a sus colegas para que escuchen y graben la conversación.

-No la alargues, cerdita, ¿quieres comprar o no?

-¿Cómo sé si tu informe vale algo?

-Hoy a medianoche te espero en el Bar Central, frente a la Dársena C, en el puerto chico, entra y siéntate en cualquier mesa, yo te reconoceré, no olvides la mosca…y ojito, vení sola.- Y se cortó la comunicación.

La oficial Hidalgo vaciló durante algunas horas… ¿Sería una trampa? ¡Podía serlo! ¿Compartir o no la arriesgada entrevista con sus compañeros? ¡No debiera arriesgarlos sin sentido!...así se fueron sucediendo muchas preguntas y suposiciones…

Se avecinaba la tarde y ya había tomado una decisión. Iría sola y como ella pensaba…todo ocurre como y donde debe ser…Con cuidado ocultó el revólver en su bolso de mano, colocó bajo la preciosa blusa de seda el chaleco antibalas, y en su cabeza, una exquisita boina estilo francesa cubría un minúsculo casquete protector. Se perfumó con la mejor esencia, calzó buenos tacos, dio los últimos arreglos en su boca y pestañas postizas y salió, subió a su pequeño escarabajo y enfiló a la Dársena C.

Ya las estrellas brillaban con todo su esplendor….en el medio de la nada…estaba el Bar Central. Estacionó, se persignó y bajó, las luces del lugar eran débiles e invitaban a la intimidad.

Por su lado, los colegas de la arriesgada Beatriz, los oficiales Crudo y Pedernera, al no estar de acuerdo con la decisión por ella tomada en cuanto a ir sola al encuentro, se llegaron, vestidos en forma sencilla y un poco desarreglada como para no llamar la atención, al susodicho Bar, una media hora antes de la medianoche. Se ubicaron en una mesa costanera, alejada del mostrador.

La Oficial Hidalgo, entró en el recinto dueña de un cierto temblor, que bien lo disimuló, dando un rápida mirada al contorno…unos que otros clientes le regalaron un vistazo acelerado y continuaron en sus cosas; un mozo de acercó para ofrecerle una mesa pequeña, para dos, en el centro del bar; ella sin titubear acompañó al servicial dependiente y se sentó de frente a la entrada.

-Enseguida te traeré algo de tomar, oficialita, mientras tanto andá preparando lo acordado, ¿capito?

Ella le contestó con una mirada fría, ausente…pasaron algunos minutos, el mozo le acercó el pedido e indiferente, lo bebió; habían pasado siete minutos de las veinticuatro y sentía que el estómago lo tenía pegado al espinazo… estaba a punto de escapar cuando recordó lo que le dijera el mozo y que en su momento no tomara en cuenta… ¿a qué se refería cuando le dijo: “mientras tanto andá preparando lo acordado, ¿capito?”. No tuvo tiempo de analizar porque la puerta del Bar se abrió. Un hombre alto, bien vestido, de mediana edad y con sombrero, entró.

Se le paró el corazón…ella conocía a ese sujeto….era Juan Filomeno Santewa, un ex oficial de la policía que fuera exonerado por haber sido encontrado en pasos extorsivos vistiendo el uniforme. ¿Era ese el hombre que esperaba o era el destino que los colocaba frente a frente de nuevo?

También los oficiales, compañeros de Beatriz, se percataron de la presencia del expulsado colega. Intercambiaron unas cortas miradas…y decidieron ponerse bien atentos aguardando las posibles consecuencias. Uno de ellos, Pedernera, se levantó y se ubicó cerca del mostrador.

El mozo se acercó al nuevo visitante y le hizo ademán con la mano para que lo siga hacia una mesa cercana, a donde se encontraba Beatriz. Ella, no dio muestras de percatarse, y siguió esperando…

A los pocos instantes, el mozo, se plantó frente a ella y casi murmurando dijo:

-Entregáme la plata y yo le daré el nombre del asesino…

-No me vas a engañar, tránsfuga, conozco tipos de tu calaña…primero el nombre y luego el pago. Andá y decícelo a tu patroncito.

Sin esperar más palabras explicadoras, el mozo caminó unos pocos pasos hasta la mesa de Santewa, dio el informe y se fue para el lado del mostrador.



No se necesitaba ser experto para “percibir” el clima entre estos personajes; un raro hilo los ataba y a la vez los salvaguardaba de las otras miradas.

Sin esperar más, Beatriz, se puso de pie y con la fuerza pintada en su rostro y avalada el accionar de su cuerpo, mostró su revolver a Santewa y le dijo casi en susurro….un susurro áspero, con olor fuerte a nicotina…

-Conozco tus debilidades mal tipo, peor policía…. ¡Ya quiero el nombre o te vuelo el cascarón de cabeza que tenés!

Ahora la cara de ambos había cambiado, la de ella: roja de ira, la de él: blanca mortal…

Algunos parroquianos con cautela ganaron la calle, otros enmudecieron…

El clima sumamente tenso.

La mujer tomó el revólver y se lo puso en la frente del hombre…éste amedrentado balbuceó…

-Esperá…te daré el nombre….

-¡¡¡Si…dale, no tengo más tiempo!!!

Y él se lo dijo con voz entrecortada y la mujer enmudeció…empezó a retroceder…y reponiéndose le dijo… ¡¡esto sí vale lo que pides!!



Dos semanas habían transcurrido desde el incidente en el bar portuario; aún permanecía cerrado, por orden policial, como lo anunciaba el panfleto sellado pegado en la puerta de entrada del recinto.

Se supo por los noticieros, que una comisión interna de la Policía del Cuartel Central, ya había comenzado a trabajar investigando el caso.

No hubo diario que en algunas de sus hojas, dejara de hacer referencia a lo ocurrido aquella noche, bastante trágica, en la Darsena C, la que cobró dos vidas, la de una Oficial de Policía y un ex Comisario, allí presentes.

También se rumoreaba que dos Oficiales, ocupados en el asesinato, aun sin descifrar, de una estudiante universitaria, unos meses atrás, permanecen detenidos, acusados de estar involucrados en las respectivas muertes.

Una gran tensión era posible percibir en toda la ciudad, y especialmente en todos los departamentos de Policía. Los comentarios y las suposiciones, era el tema del día, no se hablaba de otra cosa.



Y pasaron los días…sumaron meses y años…y éstos con su implacable cuota de polvo y olvido, aquietaron la ciudad; pero era inevitable que en reuniones de noctámbulos y memoriosos se deshojara de tanto en tanto alguna hipótesis sobre la Investigación y éstas le devolvían el carácter de vigencia, singularidad y misterio que toda comunidad requiere para quedar impresa en la historia.


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Autores

María de los Ángeles Roccato (Argentina)

Beto Brom (Israel)


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*Registrado/Safecreative N°1802135764791