lunes, 3 de diciembre de 2018

OSCILACIÓN






Hacía tiempo que su vida parecía haberse serenado, mejor dicho sus sentimientos domesticados…
Muchas habían sido las etapas donde las emociones titilaban….se hacían fuerte…o desaparecían en el vértigo de un carrusel que se resistía a parar.
Pero todo fue inútil: ocultar, razonar, enojarse, lacerar la piel y el alma….todo inútil….
Inútil y definitorio fue cuando Romina vio  caer el rumoroso caudal de bucles sobre la espalda bronceada de Cintia. No pudo o no quiso privarse de saborear el perfume y el brillo que despedían…Descubriendo entonces que todos sus delirios afloraban limpios, sin trabas ni brumas…Intacta fluía en su mente y sentimientos, la presencia de esa mujer…Por una parte la inquietó, por otra  le trajo paz pues así…sin proponérselo y desde su esencia, estaba la definición de su vida.
En este detalle encontraba la fuerza para asumir la responsabilidad de su verdad.

Desde aquella tarde ya no pudo mentirse más….debía afrontarlo, o perderse en la bruma de la negación y del fracaso eterno.
Muchas veces y casi con descaro había dejado huellas...que nadie parecía recoger, reconocer o detectar.
Era el momento de afrontar la realidad, especialmente frente a “ella”, su madre…mujer pacata y soberbia…..¡¡Dios que encrucijada!! Asumir y perderlo todo quizás o hablar y…¿¿¿Quién sabe el resultado???

Decidió comenzar su odisea con sus más queridos, sus padres…la misión sería difícil, más bien escabrosa, revelar su secreto, esa verdad que ardía dentro suyo, y mostrarla, sin más, ante dos seres cercanos, sangre de su sangre.

Aquella noche invernal, la pequeña familia estaba reunida frente a los leños acogedores del hogar…el silencio sólo era interrumpido, de tanto en tanto, por el crujir del fuego…pequeños haces rojizos salpicaban el ambiente…fue el momento en que Romina creyó conveniente…y así, como si continuara una frase, lanzó al aire unas sencillas palabras…

    -Quiero compartir con ustedes algo que desde tiempo, alberga en mí, espero que comprenderán…mi atracción sexual, física, emocional, se inclina hacia las mujeres y no hacia los hombres.

Percató dos pares de ojos enfilados hacia ella…los soportó sin inmutarse…aguardó…

    -¿Qué, nos quieres decir, que eres lesbiana?

Así reaccionó el padre, como gritando la pregunta, levantándose y tras pararse frente a su asombrada y asustada hija, que no esperaba esta desenfrenada actitud.

Susan, su madre, no emitió palabra alguna, las facciones de su rostro demostraban el dolor intenso, quedó  petrificada, sus ojos se bañaron con lágrimas, miraba a Romina vislumbrando una incógnita que no encontraba salida.

La escena pareció invadida de rayos y centellas…no obstante, el silencio era fuerte, denso, profundo; silencio que le dio pie a Romina para reflexionar… ¿Había elegido el momento correcto? ¡No…! lo cierto es que había descargado con la furia de un vendaval su secreto….quizás otras formas hubieran funcionado mejor…Con la mirada intentaba pedir perdón y ¿por qué no?: ser escuchada, comprendida, valorada…

El canario, desde la cocina emitió un pequeño trino…parecía comprender la situación, quizás…convertirse en hilo conductor del sosiego.
Todos miraron hacia él  mientras la niña, comenzó a recordar detalles que había sembrado a diario, para alertarlos de lo que estaba pasando en su ser… ¡fueron tantos y muchas veces hasta osados! ¡No obstante, siempre inútiles!

Sintió la mirada de sus seres queridos: asolados, brillosos, en fin, ¡ahora si había sido escuchada…!

    -Quiero que sepan que   fueron días…meses…años…donde dentro de mí había algo que no encajaba…desde la ropa, el perfume, los modales, las tareas femeninas que sentía impuestas, porque no me seducían. Cuando algún compañero me piropeaba o se acercaba en afán de conquista no me gustaba. Amaba las tareas masculinas y me preguntaba ¿Qué me pasa? Un cosquilleo recorría mi columna, intenté muchas veces preguntarles y siempre me contestaron con evasivas. Me sentía como pez fuera del agua, algo faltaba, otras veces sobraba….lo cierto es que no era feliz. ¿Alcanzan a entenderme? He sufrido y sufro por esta carga que no elegí llevar…pero aquí está latiendo en todo mi ser…

La leña estaba convertida en cenizas…el frío latía en las paredes y en los rostros, el reloj dio la media noche…todos de golpe se levantaron y dijeron “buenas noches”. El padre dijo, - Espero tener claridad habiendo dormido…- la madre aprobó con el gesto y todos se fueron de allí.
Romina pese a la escena vivida, estaba aliviada, ahora sabían, mañana quizás podríamos hablar…Mañana…mañana será otro día…

Y llegó la mañana…el desayuno congregó a la familia…no obstante de estar servida la mesa, nadie probó bocado, la tensión era factible de sopesarla en el aire…Romina intentó balbucear unas palabras pero su padre se adelantó, y con un dedo apoyado en sus labios, la miró con tristeza…

     -No digas nada más hija, no es necesario, ya entendimos…tu revelación ha echado por el suelo todas nuestras esperanzas, arruinaste tu vida y por consecuencia la nuestra, que dolor…

     -Muy por el contrario, papá, soy feliz, ¡¡muy feliz!! Y quiero compartir con ustedes mis inquietudes, mis sensaciones, mi felicidad, no me rechacen, solo les pido que me acepten como soy.

     -Imposible- expresó su madre- no es verdad, esa que habla no eres tú, te desconozco, ¡¡¡ya no eres mi hija!!!- y rompió en un ataque de lágrimas que desgarraron el corazón de Romina, quien se levantó y trató de abrazarla, pero su padre lo impidió…

     -Vete de esta casa, no podemos soportar tanta tristeza…tu presencia nos hunde en la desesperación, ¿es que no lo entiendes? Sal ya de nuestra vista, ¡¡¡desvergonzada!!!

El tiempo sumió a la casa en una tristeza desbastadora….mientras Romina intentaba por todos los medios de encontrar las formas de entablar nuevamente los lazos. La madre solo gastaba sus horas y llantos viendo telenovelas…hasta que un día un afamado estudioso tocó el tema abordándolo con riqueza visual y conceptual…
Parecía que toda la mochila de dolor y angustia, se disgregaba frente al embate del conocimiento…poco a poco se le abrió la mente y el corazón…y se preguntó si era licito lo que habían hecho con su hija, sin razonar, sin escuchar, sin investigar y por sobre todas las cosas sin dejar entrar el rayo de amor que les permitiera obrar sin prejuicios… ¿dónde estaría en ese momento ?... ¿correría peligro?...

Espero con impaciencia que llegara su esposo y ansiosa le contó lo escuchado y visto…lo que la había hecho reflexionar….El más que afligido padre, pasó de negarse a escucharla, hasta derramar las lágrimas que por tanto tiempo habían estrangulado su garganta…se abrazaron bañados en lágrimas…esperaron los chicos y con una sonrisa les dijeron que admitían haber cometido un error… 


    -¡Al fin! - dijo Roberto, el hijo mayor… Y aplaudió Claudia, la menor, que dijo emocionada y feliz… 
    -Gracias papis por abrirse.
    -Sí, ahora falta encontrarla…con felicidad y al unísono respondieron:
    -Nosotros sabemos pues la vemos a diario- y partieron en su búsqueda para poder establecer nuevamente la familia frente a este nuevo panorama.

Epílogo
La búsqueda del ser…encontrarse a sí mismo…no dejarse vencer por el que dirán…levantarse una y otra vez a pesar del dolor que arde dentro de uno…levantar la frente y seguir el derrotero fijado…contra viento y marea…


Estas y otras sensaciones fluían en la mente de Romina; la hermosa vivencia quedó grabada en su corazón…reencontrarse con su familia, recibir cariño y el ser aceptada como es ella, llenó de regocijo todo su ser.

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Autores

María de los Ángeles Roccato (Argentina)

Beto Brom (Israel)


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*Registrado/Safecreative N°1812019220060

*Imagen de la Web





sábado, 17 de noviembre de 2018

ALLÍ EN EL TIEMPO








Capítulo I



En un pueblo alejado, quizás olvidado entre montañas y desfiladeros, el viento llega apresurado para comenzar el regreso.

Una mujer obesa, que tiene mucho para recordar, abre la puerta grande de su casa, una inmensa mansión codiciada por sus vecinos. Allí nació, al igual que su madre y su abuela, tal vez la cuenta regresiva continúa en el tiempo pasado. Se siente dueña y responsable del secreto de una historia que todos conocen, pero no muchos atinan a comentar.

Todo tiene una razón y un comienzo, nada es porque sí, siempre hay un motivo, aunque se ignore o no se revele.



Viajemos hacia atrás...




Era una tarde como tantas otras; la primavera ya anunciaba su pronta llegada, pequeños brotes parecieran vislumbrarse en plantas y arbustos, también en algunos árboles; el sol estaba en su apogeo, sus cálidos rayos llegaban a todos los rincones.
Con su nuevo vestido, que estrenaba el día de su cumpleaños, correteaba ufana y contenta... todos necesitaban verla, esperaba ser acreedora de cumplidos y zalamerías, algunos falsos… pero con seguridad los habría sinceros. 

Sintió la cercanía de una pandilla de jovenzuelos que se acercaban, quienes llegaron hasta ella; escuchó risas y exclamaciones que lograron ruborizarla... sintió molestia y optó por no responder, e ignorando toda serie de sugerencias y propuestas prefirió volver y emprender el camino de regreso a su casa, situada a unos escasos pasos de allí. 

Temió que la historia se repitiera en ella. Su abuela le había comentado que, en tiempos en que era joven y agraciada, unos muchachos solían aparecerse en los alrededores de la casa con intenciones dudosas; eran chicos de malos hábitos que disfrutaban incomodando a las mujeres de la zona.
Su madre era pequeña cuando esto sucedía.
Su abuelo se pasaba trabajando en el campo de sol a sol y regresaba al hogar ya entrada la noche. El amanecer lo encontraba ya listo para emprender una nueva jornada, sin que importara el cansancio acumulado.
Y fueron muchos los días en los cuales don Aurelio no compartió momentos en familia… y fueron incontables las lágrimas derramadas por su sufrida esposa, quien se iba a dormir dejando una nota dándole las buenas noches y avisándole que le había guardado la cena en la heladera.
Años más tarde don Aurelio vería recompensado tanto esfuerzo y, merced al buen manejo del dinero obtenido por su trabajo, progresó hasta convertirse en el dueño de una estancia.
No obstante haberse sacrificado para dejar una buena herencia, que permitiría a sus descendientes vivir sin sobresaltos, su abuelo no moriría en paz. Un doloroso secreto había trazado profundos surcos, tanto en su piel como en su alma.
Samara recordaba a su abuela Antonia con lágrimas en los ojos. Ella nunca había podido contarle el final de la historia, se quebraba cada vez que lo intentaba. Y finalmente partió llevándose a la tumba el motivo de su congoja.
Mucho tiempo después, Samara se enteraría del oscuro secreto que pesaba sobre la familia, pero no fue de labios de su madre que lo supo.
Una ajada fotografía en tonos sepia sobresalía por fuera del libro que su progenitora guardaba en un cajón de la cómoda. Y fue así como la chica comenzó a desatar el ovillo.
Había un parecido asombroso entre su difunta abuela y el pequeño de la foto. ¿Quién era ese niño? se preguntó Samara en aquel momento.
La respuesta llegaría años más tarde.
No dijo nada a su madre sobre la foto, intuyó que era algo que quizás ella no debería saber, razón más que suficiente para evitar las preguntas que con seguridad traerían respuestas que distarían de ser verdaderas; optó por volverla a poner en su lugar y tratar de averiguar por su cuenta la incógnita sobre el origen de aquel niño.
Entretanto, dos coches que circulaban por una carretera cercana protagonizaron un lamentable accidente al embestirse entre sí, con resultados trágicos… los padres de Samara perdieron la vida en tal colisión.
A sus escasos quince años ella supo afrontar con admirable entereza el haberse convertido en huérfana de la noche a la mañana, ese infausto incidente cambió su vida en forma drástica.
Las decenas de personas que concurrieron al entierro: familiares, amigos, vecinos y colegas de su padre, no permitieron que se sintiera sola y la acompañaron durante el transcurso de la ceremonia. Comprendían, o por lo menos trataban de amenguar el dolor y la angustia por tan irreparable pérdida.
En aquellos tristes momentos Samara  permaneció aturdida, no entendía a ciencia cierta qué había ocurrido y por qué estaba allí rodeada de tanta gente, la mayoría desconocidos. ¿Qué pretendían de ella?...  en especial un hombre que se acercó balbuceando un ‘nos veremos más tarde’, quien desapareció mezclándose entre el tumulto.
Los padres de la chica fueron inhumados en el panteón familiar, junto a sus abuelos.
Culminadas las exequias, Samara tomó consciencia de la nueva situación que la dejaba como única heredera de una inmensa fortuna. Siendo menor de edad no podía firmar papeles, era imperioso nombrar un tutor… ¡¿Pero quién?!... No confiaba en ninguna de sus tías.
Las hermanas solteronas de su padre eran verdaderas arpías que marchaban detrás de todo aquello que oliera a dinero; pero los millones provenían del lado materno, y sus abuelos Aurelio y Antonia sólo habían tenido una hija: su madre.
No faltaron vecinos interesados en el porvenir de la chica, ofreciéndole sus servicios como administradores de sus bienes. Pero ella no se dejó embaucar por esos oportunistas, eran por demás evidentes sus intenciones.
Samara meditó durante un tiempo sobre la importante decisión a tomar, necesitaba contratar a alguien para manejar los fondos de la cuenta bancaria. Pronto se acabaría el dinero guardado en la caja fuerte de su casa.
Una tarde en que la joven intentaba distenderse mirando una película por un canal de cable, recibió una inesperada visita.
Al observar por la mirilla reconoció el rostro, se trataba del sujeto que le había susurrado algo al oído durante el sepelio de sus padres. De inmediato colocó la traba y entreabrió la puerta para ver qué se le ofrecía.
Entonces él se presentó como Augusto Farfán y le entregó una carpeta conteniendo información sobre su impecable trayectoria como abogado, además de excelentes referencias comerciales, todos datos de veracidad comprobable.
Con la intención de ganarse la confianza de Samara, le pidió que se tomara su tiempo para verificar el contenido de esos papeles y le dejó una tarjeta con su número telefónico, sin compromiso alguno. Fue un inteligente ardid el utilizado por el Dr. Farfán, que luego le traería jugosos resultados como tutor de la menor.
Pese a haberle confiado a ese hombre el manejo de sus bienes, había algo en él que inquietaba a Samara.  Sus ojos le recordaban otros; estaba segura de haberlos visto en otra parte, mucho antes del sepelio de sus padres.
Sus sospechas no tardaron en dilucidarse; una tarde de lluvia decidió volver a revisar el cajón de la cómoda de su difunta madre, allí buscó la foto de aquel niño.
La tomó entre sus manos y la comparó con una serie de fotos de su querida abuelita… ¡ahora estaba segura!, el parecido entre ambos era notable, imposible decir que no eran madre e hijo.
Ya segura de tal determinación, se ocupó de fijar una entrevista con su flamante abogado, con intención de aclarar ciertos términos del contrato de Tutoría; esa fue la excusa, aunque el verdadero motivo era poner en evidencia la existencia de aquella foto tan reveladora.
La reunión se efectuó en las oficinas del letrado, a escasos días de haber sido solicitada. Después de los obligados saludos protocolares, Samara, sin titubeos, depositó la foto sobre la mesa…
    -¿Conoce a este niño?
    -¿Dónde encontró esta foto?... exclamó el abogado - Y sin esperar respuesta, miró con ojos fríos y acusadores a su cliente, a quien dirigió una nueva pregunta…
   -¿Por qué cree que debo conocerlo?
   - Por la sencilla razón de que no es otro sino usted, y me extraña que no se reconozca, y además no entiendo su ofuscación, sólo se trata de una indefensa fotografía de tiempos pasados, o quizás no sea tan indefensa y guarde algún secreto… ¿Qué opina, Augusto?

-De acuerdo, usted gana… pondré las cartas sobre la mesa. Lo que le voy a contar sucedió hace muchos años. Mi padre y unos amigos habían bebido más de la cuenta; de pronto se toparon con una mujer atractiva y comenzaron a acosarla. Ella intentó escapar, pero la acorralaron y mientras dos la sostenían, el otro la abusó sexualmente. – comenzó a relatar el abogado.

Capítulo II
   
Samara se horrorizó ante lo que estaba escuchando y en ese momento se le vinieron a la mente las charlas con su difunta abuela, en las cuales Antonia terminaba quebrándose sin revelar la razón de su congoja.
El Dr. Farfán continuó…
   -Esto me lo confesó mi padre apenas tuve capacidad para entender. Y ahora convendría que empecemos a tutearnos, al fin y al cabo somos familia, pues la mujer abusada era tu abuela Antonia, y quien la embarazó fue mi padre.
Samara ya suponía esto luego de haber hilvanado los hechos, pero ello no impidió que reaccionara dándole un cachetazo al letrado. A continuación le gritó en forma contundente, en tanto lo miraba con desprecio:
    -¡Así que somos familia, mire usted!… ¡Y me lo dice con esa naturalidad!
    -Comprendo tu reacción, mi querida sobrina…  y ahora permíteme continuar. Según supe, tu abuelo contrajo una enfermedad que lo dejó estéril luego de que naciera tu mamá. Así que, como te imaginarás, tu abuela no podía presentarse ante él luciendo su embarazo. Tampoco estaba en sus planes practicarse un aborto, ¡Gracias a Dios!, de modo que tuvo que inventarse una excusa para ir a España a visitar a unos familiares. Aurelio no le puso objeción a eso, estaba demasiado ocupado con sus negocios. Luego Antonia fue estirando la fecha de regreso, recurriendo a otras mentiras; mientras tanto tu madre quedó al cuidado de una niñera. Y cuando tu abuela me trajo al mundo me dejó a cargo de una amiga, quien más tarde se comunicó con mi padre y lo puso al tanto del evento. Transcurrido un tiempo, esa amiga fue a visitar a tu abuela y cometió la torpeza de hablar sobre mí, sin darse cuenta de que tu abuelo estaba escuchando… y así fue como se enteró de la verdad.- explicó con sorprendente parsimonia el abogado
    -¿Y cómo llegó esta foto a las manos de mi madre? – preguntó Samara en tanto la señalaba.
    -La envió mi padre a tu abuela por correo, para que al menos tuviera un recuerdo del hijo que apenas llegó a conocer. Ignoro si tu madre estaba al tanto de mi existencia… Y ahora estoy aquí para reclamar lo que me corresponde y que me fue arrebatado injustamente  – concluyó Farfán con descaro.
    -Tu padre le arruinó la vida a mi abuela, la vi llorar hasta sus últimos días. ¡¿Cómo te permites hacer reclamos?! Incluso estoy empezando a dudar que la muerte de mis padres haya sido accidental  – exclamó la chica sin tapujos - es más, considero que lo mejor sería acercarme a la Estación de Policía y averiguar si tienes algún prontuario, casi seguro que allí sabrán ayudarme para lograr esclarecer mis dudas.
Se levantó ofuscada, sus facciones así lo indicaban, ya en camino a la puerta de salida agregó en voz bien alta:
    -Ya nos volveremos a encontrar… no aquí, de eso estoy segura, pero te garantizo que será en circunstancias diferentes… sugiero que te vayas preparando, no soy de las que dudan en cuanto a tomar decisiones.
El golpe al cerrar la puerta hizo vibrar las paredes, fue una prueba fehaciente de que aquella reunión había finalizado.
El abogado no alcanzó a salir de su asombro, al punto tal que -en un primer momento- no entendió la impulsiva reacción de la joven. La foto de aquel niño quedó grabada en su mente. Cavilando…  analizó las consecuencias posibles si la Policía accedía a la petición de Samara. Cierta preocupación comenzó a crecer en sus adentros, era necesario tomar con fuerza el timón; pese a que el mar agitado beneficia la pesca, requiere de suma atención para poder afrontar los vaivenes que se avecinan.
Samara volvió a su casa. Los nervios la mantuvieron en un estado de tensión desconocido para ella, no sabía cómo calmarse y decidió darse una ducha de agua fría, quizás ayudaría...
Después del agua, que sirvió de mucho alivio, se calentó un vaso de leche y se sentó en la cocina; tomó su celular y llamó a Josecito, su querido amigo que siempre estaba dispuesto a escucharla y asesorarla.

Josecito -así le decían para diferenciarlo de José, su padre- conoció a Samara en un centro médico especializado en nutrición, adonde ambos asistían con frecuencia, debido a sus problemas con relación a la comida.
Poseían además otras afinidades que contribuyeron a fortalecer su vínculo, y por ello Samara no dudó en llamarlo.
    -Hola, amigo, necesito tu ayuda. Tengo razones para sospechar que el tutor de mis bienes tuvo algo que ver con el accidente de mis padres, y pienso que tu padre, siendo fiscal, podría darme una mano para probarlo  – dijo la chica
    -Es una acusación muy seria ¿Por qué sospechas de él? – preguntó Josecito
    -¿Recuerdas la foto del niño que te mostré no hace mucho? ¡Se trata nada menos que de Augusto Farfán!, es el hijo no reconocido de mi abuela Antonia y también heredero de nuestra fortuna. – dijo Samara, dejando boquiabierto a su amigo
    -Ah… ya voy entendiendo. Siendo así, él tendría motivos suficientes para haber provocado el accidente. ¡Y mira qué astuto fue, además, al conseguir que lo nombraras tu tutor! Hablaré con mi padre  y veremos si se puede hacer algo – respondió Josecito
    -Gracias, amigo, sabía que podía contar contigo. Avísame apenas haya noticias – dijo Samara y dio por concluida la comunicación
Pero Samara no sabía que el destino le tenía preparada otra jugarreta…
Resultó que José Altamira, padre de su amigo, ya conocía a Farfán por haber cursado ambos en la misma facultad y haber coincidido en algunas materias.
El hasta entonces tutor de los bienes de Samara ya había tomado sus recaudos por si le tocaba ir preso, dejando vacía la cuenta bancaria de la menor. Luego ese dinero le ayudaría a negociar su liberación.
Y no se equivocó, ya que tuvo que ceder la mitad de lo robado para silenciar al fiscal y así continuar en libertad.
La chica debió recurrir a la venta de objetos de valor, que por fortuna eran muchos, y eso le permitió llevar una vida aceptable, aunque sin lujos, hasta su mayoría de edad.
Aunque eso no fue lo peor que le sucedió… ella ya no volvió a confiar en Josecito, pese a que él le jurara que no tuvo nada que ver con el accionar de su padre.
Y la sucesión de infortunios la llevó a recaer en su antigua adicción por la comida.
Samara empezó a distanciar las visitas al Instituto Alimenticio, pues no deseaba reencontrarse con su amigo, hasta que decidió abandonarlas por completo, al igual que su relación con Josecito.
Los tejes y manejes del abogado dieron como resultado que gran parte de la herencia familiar quedara en sus manos; la mansión y unos campos adyacentes a la propiedad fueron registrados a nombre de Samara.
Los años continuaron su derrotero…


Volviendo al presente

El viento sigue soplando y oliendo a recuerdos.

Samara acaba de salir de la mansión, está lista para cumplir con el ritual que lleva a cabo tres veces al año, en cada aniversario.
Revisa el enorme ramo y se acomoda la ropa, intentando disimular sus kilos de más.
Se dirige al auto donde la aguarda su chofer; ella nunca quiso aprender a manejar después de aquel accidente que costara la vida de sus progenitores.

    -Buenos días, Perkins, imagino que ya sabes adónde nos dirigimos… - dice ella mientras se ubica en el asiento trasero
    -Good  morning, Madam. Of course I know – responde él con su seductor acento escocés
Perkins entendía a la perfección el castellano, pero le resultaba complicado armar una frase por fuera del inglés.

Durante el trayecto al cementerio Samara aspira el aire de la ventanilla, el cual favorece la propagación del aroma floral; apenas llegan a destino divide el ramo en cuatro partes iguales, como suele hacer siempre, y luego desciende del vehículo.

Perkins enciende la radio, a sabiendas de que la espera será prolongada. Lo que no imagina es que ésta no será una visita igual a las demás.

El panteón luce cuidado con esmero, merced a las abultadas propinas que recibe el responsable de su mantenimiento.
Samara coloca los ramos en los distintos floreros, luego reza… y en ese momento se siente invadida por un halo especial.

La mujer que sale minutos más tarde del panteón ya no es la misma.

Una hora después, ya de regreso en su vivienda, sorprende a su chofer con una pregunta inesperada:
    -¿Sabes bailar, Perkins? Salgamos esta noche ¿Qué te parece?
    -I beg your pardon, Madam… -  dice él, creyendo haber entendido mal, y a la espera de que ella rectifique lo dicho.
    -I mean dance. Something like that… – responde ella en tanto menea sus caderas.
Perkins la observa estupefacto, pero complacido. Por primera vez ve brillo en los ojos de Samara. Y entonces acepta la propuesta con una sonrisa.

La noche los aguarda… los malos recuerdos quedaron atrás.

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Autores
Laura Camus (Argentina)
Beto Brom (Israel)

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*Registrado/Safecreative N°1811139031785
*Imagen de la Web con texto anexado




sábado, 4 de agosto de 2018

No ayer, no mañana, hoy...






Imposible concentrarse, las horas corren y la decisión debe tomarse- estas cavilaciones lo atormentaban, era su otro yo que se imponía, no podía pensar…aquella voz interior forzaba su mente, debería actuar a la brevedad, no había escapatoria…todo y todos en su contra, imprescindible tomar partido…

El tiempo ahora ha cambiado su ritmo y se deshila en segundos largos y tensos ¡y ese martilleo constante que no le permite dormir, comer o hacer algo en concreto! Espera la noche…se presenta fría, tajante, subrayada por el filo plateado que deja la luna y que pone un tinte de misterio en ese conocido escenario…contraste de todo lo que bulle en su ser.¡¡¡Debo decidir!!! Justo en ese instante cae rendido de sueño...

Camina sin detenerse…conoce el camino, soporta el cansancio pues la consigna debe cumplirse, no hay obstáculo que sea imposible salvar, la voluntad prevalece ante toda interferencia. Persiste en su derrotero…ráfagas de incertidumbre, violentas oscilaciones perturban la marcha…un mano invisible sale en su ayuda, se aferra a ella, le otorga nuevos bríos, percibe la llegada de un brisa que acelera sus pasos…si, no hay duda ¡Llegó! Se despierta empapado en sudor…

Sudor pegajoso que aun despierto le embota el cerebro. Ha recorrido tantos caminos… ¿para esto? ¿Esa es la vida, así se maneja el mundo: acorralando, avasallando, no permitiendo el descanso ni la toma de conciencia? Intenta, vacila, se expande, retrocede…Ahora el sudor es frío, irritante, eso lo desvía por milésimas de su respuesta… ¡Pero es poco, desesperado vuelve a estar en la noria de sus acciones!

Inquiere en su agotada mente…lograr un asidero a sus pensamientos que lo agobian. Escucha al amanecer decir presente…otro día perdido en la cuenta del regreso o ganado en su carrera que lo llevará al triunfo. Dimensiona sus logros, descartando sus fallas…el balance es positivo, duda ante la disyuntiva… ¿proseguir, aguardar?

¡Buena pregunta, que le acelera el ritmo cardiaco y le saca color al rostro! Mira al suelo y ve como una hormiga, enfrenta el problema de sortear un obstáculo…la ve retroceder, camina un instante en círculos, levanta las antenas….y…arremete…¡¡¡Arremete….!!!!¿Qué queda para él entonces? ¡¡¡Proseguir!!!

Las penurias quedan en el camino, el sinsabor interior fue remplazado, un nuevo elemento lo protege, su olvidada vanidad florece, leve pero en aumento cree palpar una sensación de bienestar en todo su cuerpo, ¿sus anhelos generaron frutos?

Resuelto por la nueva propuesta…un tobogán sedoso, húmedo y acogedor lo invitaba a deslizarse. ¡Lo hizo!

Unas manos de vellos de seda, amorosas lo retuvieron antes de caer entre las hojas… y sintió una voz particular…un ronroneo espeso y cálido que se hizo mensaje: retoño de mi vida, has nacido al fin.

Se dejó arropar por el pelambre suave y ese aroma que empezaba a resultarle conocido… y quedó dormido frente a un escenario nuevo, que estaba dispuesto a explorar.



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Autores

María de los Ángeles Roccato (Argentina)

Beto Brom (Israel)


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*Registrado/Safecreative N°1808047970091

*Imagen de la Web c/nexo agregado

*Música de fondo: MAKSIM/somewhere in time



domingo, 17 de junio de 2018

EL MISTERIO DE LAS PIEDRAS MARINAS





Por fin llegaron las anheladas vacaciones… ¡tanto esperarlas! A los niños les encanta la playa. Así que hacia allá van todos admirando la carretera y los paisajes contrastantes mientras conversan amenamente y de vez en cuando el padre da un regaño para que no estén tan inquietos.

Bajando una hondonada apareció el mar con su amplitud maravillosa, llenando los ojos del color azul diseminado a su antojo. Estacionaron, descendieron del automóvil y empezaron a buscar una posada. 
Encontraron una muy acogedora, sencilla, con amplios corredores y una gran habitación con dos camas matrimoniales, más que suficiente para la pareja y los dos infantes. 
Llamaba la atención la originalidad en la decoración, porque todo era de cemento: cama, peinadora, bancos para sentarse, porta maletero, lavamanos y las cortinas eran country con telas floreadas que también cubrían el techo terminando en el centro con un colgadero y un lazo… Lo que más llamaba la atención era que cada dormitorio tenía un nombre de poeta y el sitio refería en un gran cartel: El Nidal de los Sueños…

Federico y Francy estaban admirados y contentos igual que América y Pablo, sus padres.  Mientras éstos ordenaban las cosas que trajeron, los niños salieron  corriendo a la orilla de la playa. De lejos se oían sus risas y gritos: mami, mami, ven, ¡mira esto! Y si… estaban recogiendo aparte de palitos secos, caracoles, unas figuras caprichosas que eran de piedra negra y por eso: semejaban el hierro forjado. A los insistentes llamados de Pablo, regresaron cargados de esos objetos, colocando varios en la mesa central de la sala de estar y otros llevaron a la habitación, acomodándolos alegremente, dentro de una cestica.

Ya tarde de la noche, conversaban amenamente con varias familias que estaban hospedadas allí. 

De pronto, una joven que se bamboleaba  en una mecedora, pegó un grito. Todos corrieron hacia ella. Estaba bañada en sangre, cuando la revisaron bien, vieron que tenía incrustada en el cuello, una de las piedras negras que habían colocado los niños  en la mesa de ese espacio.

Al llegar la policía y la ambulancia, la dieron por muerta. 

Comenzó a imperar la inquietud, temores y formulación de incógnitas. ¿Cómo llegó ese objeto al cuello de la joven?, ¿Quién lo lanzó?, ¿Por qué  nadie se percató de su presencia?, se encontraba en el lugar, ¿era uno de los presentes?... A la angustia, asombro, se anexó el miedo más la incomodidad de los interrogatorios legales. Casi no durmieron y la conversación no cesaba de girar sobre este tema.

Al otro día, Federico fue el primero que se despertó y salió hacia la playa a observar todo, y vio que habían más figuras de las que había recogido y pensaba en su fantástica imaginación: ¿Será que son mágicas, asesinas? ¿O como un carro manejado a control remoto?... siguió caminando y  su madre lo vio desde arriba, le dio voz de alerta para que se quedara quieto y la esperara. Bajó precipitadamente para alcanzarlo mientras él se encontraba frente a una colosal piedra que en su centro tenía la apertura de una cueva  Su curiosidad fue más grande que su obediencia y entonces sin dudarlo entró…

América llegó hasta allí corriendo, pero no encontró la abertura por la cual vio entrar a su hijo…frente a ella estaba aquella piedra fría, inmóvil, de extraño color negro… sintió que estaba allí como desafiándola, la desesperación la invadió, la golpeó con sus puños cerrados, era inútil, era solo una piedra, que pretendía… Corrió hasta la posada en busca de su marido…

En esos momentos Pablo se acercó al ventanal y vio que América corría hacia él, gritando y agitando las manos, asustado salió a su encuentro…

   -¿Que pasó, porque estás tan desesperada?
   -Federico desapareció…¡¡¡la piedra se lo tragó!!!
   -¿Qué piedra…de qué hablas? ¿Dónde está Federico?

América, empezó a balbucear unas palabras y cayó desvanecida en los brazos de su marido.

A todo esto, un grupo de turistas aparecieron motivados por los gritos, la curiosidad los atrajo, ¿Qué son esos gritos, qué estaba pasando?...

Apareció el gerente del establecimiento y acercándose al huésped que estaba sosteniendo a su mujer… trató de ayudarlo para entrarla dentro de la posada.

Corriendo como una ráfaga Francy llegó hasta ellos…al ver a su madre sin conocimiento, gritó… ¿También se murió? Ohhhh, papi no puede ser…se aferró a su madre y rompió en desgarrador llanto.
Pablo trataba de reanimar a su esposa…a los escasos minutos ella comenzó a despabilarse y logró volver en sí.

   -Querido, vamos a la playa, busquemos a Francisquito…ayúdame a encontrarlo- alcanzó a decir estás palabras, se reincorporó con dificultad, tomó una mano de su marido y empezó a correr hacia la playa arrastrándolo tras ella.

La angustia flotaba en el ambiente. Todo se sentía denso y pesado. Nunca se hubiesen imaginado esta tragedia. Las lágrimas corrían por las mejillas de los padres y hermanita. Buscaban y buscaban, llamaban y llamaban y sólo se oía como respuesta los ruidos característicos del mar. Pasó toda la mañana, parte del mediodía y nada. Desesperados regresaron a la posada a comer algo pues no habían ni desayunado.

Mientras tanto, Federico asustado se encontraba en otro mundo dentro de esa piedra. Era algo maravilloso, lleno de gran colorido y bastantes  animales marinos que después de tantos recovecos, muchos de ellos, formaban dos grandes filas de derecha a izquierda precediendo un gran trono donde se encontraban una sirena con su pareja, deduciendo que eran los reyes de ese sitio. La sirena le preguntó a Federico, con una voz suave y armoniosa:

   -¿Por qué entraste sin permiso a esta cueva?
El super asustado, respondió:

   -Lo hice sin pensarlo, fue algo instintivo.
   -Ah pues... ¿no sabes que la curiosidad mató al gato?
   -Bueno, ese refrán lo dice mi mamá, pero en verdad, no sé qué significa.
   -Quiere decir, que ahora te vas a quedar castigado aquí, hasta las seis de la tarde que se vuelve abrir esta cueva.
   -¡Oh, Dios!, pero mi madre debe estar muy preocupada, ella venía corriendo a buscarme.
    -¿Tienes hambre?
    -Pues sí, pero yo solo me quiero ir.

Se lo llevaron a una cocina–comedor gigantesca, con ventanas de vidrio desde donde se veían las maravillas de las profundidades del mar. Desde fuera un tremendo pulpo le guiñaba un ojo... y eso le causó risa. Le dieron sardinas asadas con arepas. Lo atendieron con mucha cordialidad, mientras observaba el orden, disciplina y bondad de esos animales, así que no podía ser ninguno de ellos el asesino, porque ya lo hubiesen matado a él.

A todo esto, la gente de la posada, se unió a la búsqueda de Federico y ¡nada! Así que decidieron hacer guardia frente a la piedra; los únicos que no se despegaron de ahí, eran los padres y la hermanita. Los demás subían y bajaban buscando avío para compartir con cafecito caliente.

De pronto, a las seis de la tarde, todos quedaron boquiabiertos...allí cerca de la piedra mágica reapareció Francisquito, sus facciones denotaban tranquilidad, una sonrisa cubría sus rostro, al verlos salió al encuentro de sus seres queridos.

¿Qué te pasó…donde te escondiste?...estamos preocupados… ¿Estás bien?...

Estas y otras preguntas lograron marear al deseparecido, quien trataba de relatarles la vivencia que había tenido;  fueron acercándose muchos de los turistas, también el propietario quiso saber más detalles de los ocurrido.

Mientras estaban escuchando asombrados la increíble anécdota del muchachito, no se percataron de la gran ola que se estaba formando allí en el mar cercano.

Un ruido ensordecedor proveniente del mar los interrumpió…todos volvieron sus miradas…una impresionante masa de agua se levantó frente a ellos…no atinaron a nada, en segundos toda la costa, ellos incluidos, quedo cubierta por ese tumultoso mar que, en su idioma, respondía.

Todo se perdió en la nada, la naturaleza desafiante y enojada arremetió sin dejar chance a que Francisco terminara de contar su vivencia, ni siquiera de saber a ciencia cierta quién mató a la jovencita de la mecedora...

No en vano aquél lugar se llamaba…”El nidal de los sueños”

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Autores
TRINA MERCEDES LEÉ MONTILLA DE HIDALGO (Venezuela)
BETO BROM (ISRAEL)

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*Registrado/Safecreative N°1711214898411
*Imagen de la Web c/texto añadido
*Música de fondo extraída de Youtube