martes, 29 de diciembre de 2020

La antesala de la muerte

 


 

 

    -Estamos cerca de la entrada ¿Te animas a entrar? Te lo pregunto pues sé que siempre tuviste miedo a la muerte, ni siquiera hablar de ella, te atrevías. ¿Qué pasó? Entiendo que tus temores se convirtieron en dudas, y la búsqueda de razones motiva tu interés de aventurarte hacia lo desconocido. ¿En verdad estás decidida?

 

   - ¡Nunca más encendida mi curiosidad por trasponer este portal de misterio donde se conjugan seguramente destellos de extrema oscuridad y luz… adelante…mi corazón late con acordes graves y lo acompañan sutiles coros de flautas traversas…!

 

   -Entonces, entremos, un mundo distinto nos aguarda…caminemos despacio, la luz comienza a titilar, difícil distinguir el camino… cuando lo desconocido dice presente, dudamos de tomar decisiones por miedo a errar nuestro rumbo. Al tomar conciencia de la ausencia del camino de regreso, todo el cuerpo se transforma en antena, ansioso de captar oscilaciones nuevas. Avanzamos seguros, no obstante, nuestros sentimientos nos confunden. Una sensación irreconocible nos embarga.

                                                                   

   -Tan irreconocible que agudiza la sensibilidad y me paraliza momentáneamente el fluir de la sangre. Me siento única, ingrávida y con un mirar que atraviesa paredes, mitos y con la conciencia de saberme o pensarme exclusiva en este singular relato. Variados son mis pensamientos: busco la dama de ropaje oscuro, de voz melodiosa, de cuerpo esquelético ¿Dónde está? ¿Existe realmente o son elucubraciones preliminares al viaje definitivo? ¿Son las voces…recuerdos o planteos de quienes se aventuran a vivir conscientemente la experiencia, de transitar lo desconocido? No me asusta ¡¡¡Me fascina!!! Huelo el néctar de azahares…avanza el sonar de cantares mántricos y el color del aire, toca mis heladas mejillas…

 

    -Confieso que tu tranquilidad contagia. Reconozco que al comienzo desconfiaba un poco ante la certeza de animarnos a emprender esta odisea. Ahora, no vacilo, estoy ansioso por saber de qué se trata…siempre pensé que la vida está hecha para los valientes, ahora la pregunta es… ¿También después de dar el paso final, se cumplirá este pensamiento?

 

    -Hablas de tranquilidad… para mí no es más ni menos que dejar que el alma se manifieste en esta nueva etapa…todo me sorprende…me envuelve en suave terciopelo de acordes …Toma mi mano…despliega las alas de tus sueños…y sin vacilar sigamos desandando el camino de regreso…

 

   -Por lo tanto, la decisión está tomada, el salto a la segunda etapa solo requiere entusiasmo y valor, las dudas quedaron atrás, creo percibir una suave melodía…todo es posible en la nueva dimensión de nuestros pensamientos…

 

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Autores

MARÍA de los ÁNGELES ROCCATO (Argentina)

BETO BROM (Israel)


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*"REGISTRADO@

   


sábado, 28 de noviembre de 2020

Un mensaje en la ventana

 



 

 

Creyó conveniente salir, estaba agotado, no era el común cansancio, era un peso sobre sus hombros raro, inaguantable…si, saldría a caminar, quizá el aire de la madrugada lo tranquilice.

Ya al salir, captó que su decisión fue la correcta…encaminó sus pasos hacia el parque, allí con seguridad podría caminar a su libre albedrío…una leve sonrisa creyó sentir en su rostro, que ya hacía días había perdido el color de vida, más bien aparentaba ser el de un convaleciente afectado por una enfermedad crónica.

La falta de costumbre empezó a sentirse en sus músculos fláccidos, carentes de vigor y elasticidad. Se esforzó y aumentó el ritmo, no se dejaría vencer tan rápido.

Cuando llegó hasta la fuente del centro, se asombró al encontrar un grupo de personas efectuando movimientos que en el primer momento le parecieron algo raros. Todos al unísono como respondiendo a un plan determinado.

Eran gente mayor, un mujer pequeña estaba frente a ellos, todo su cuerpo pareciera de goma, levantaba y bajaba los brazos, abría y cerraba las piernas, todos los movimientos a semejanza de un marioneta humana…y el grupo la imitaba, paso a paso, como autómatas.

Detuvo su marcha, creía estar en un lugar imaginario…optó por quedarse a un costado y observarlos.

Ella,…la mujer pequeña, le brindó una sonrisa y una mirada dulce con la cual le invitaba a unirse al grupo…miró a su derecha, luego a su izquierda, pensando si se dirigía a él con esa invitación y con una leve sonrisa negó unirse aunque en realidad se sintió tentado a hacerlo.

Tal vez su cuerpo ya no era obediente como hace unos años como para seguir los movimientos tan practicados por los demás.

Muy cerca había un banco, se dirigió a él, le sacudió las hojas secas que caían de los árboles y se sentó sintiendo alivio en su interior, le gustó la idea de estar allí, necesitaba esa paz, un momento de tranquilidad y sosiego lejos de los problemas que dejó en la casa.

El silencio sólo lo rompía el sonido del agua de la fuente y algún andante rezagado que volvía a su casa.

Seguía observando a aquella joven que con sus movimientos daba alegría al grupo.

De vez en cuando miraba a lo lejos, levantaba la mirada hacia el cielo y esas nubes negras que parecían observarlo a él…ellas le enviaban un mensaje…no conseguía descifrarlo… ¿estaba soñando despierto?...insólita sensación…su mente recibía impulsos…una ráfaga de colores a semejanza de un inmenso arcoíris aclaró el cielo, las nubes desaparecieron…una veloz y blanquecina ráfaga bajó del cielo…aquél banco quedó solitario, dos hojas desprendidas del árbol que lo cubría, quedaron allí como muestra de la continuidad…

 

La luz del día terminó su función, se encendieron las farolas del parque, la luna apareció allí arriba, custodiando…una noche más dijo presente.

 

Unos suaves golpecitos en la puerta de la casa de German, entorpecieron el silencio…la voz de su amigo Darío…

    -Heee, muchachón, despierta, te estamos esperando…ya es tarde…

    - ¿Esperando para qué?-  Preguntó German.

 

Sus ojos crecieron, su mente aún no despertaba del sueño, intentaba volver a la realidad, sus movimientos eran lentos, más de lo normal…

Por lo general era muy despistado, pensó Darío, pero olvidarse de la reunión de hoy no era propio de él…preocupado insistió en el llamado…

    -¡Hey!.....German, ¿estás bien?

Germán respondió con un gran suspiro y tomó una bocanada de aire….

    -¡Si, estoy bien!

Se acercó a la ventana y dirigió su mirada hacia el parque, recordaba haber estado allí pero no recordaba cómo llegó a casa…. El cielo tan azul y el olor a eucalipto despertaban en él sensaciones muy extrañas, recordaba la sonrisa de aquella muchacha, su rostro, su mirada dulce…… sacudió su cabeza y se dirigió al lavabo….el agua fría y las prisas de Darío le hacían volver a la realidad…

     -¡Ya!...estoy listo, vamos, no hagamos esperar a los demás…

Antes de cerrar la puerta miró hacia tras, su cama, aún con dudas se preguntaba… ¿Fue un sueño?

El día empezó y continuó en forma normal, la reunión fue todo un éxito, los compañeros de la empresa y en especial Darío, lo felicitaron por el logro concretado, pues su disertación sobre el proyecto fue lo que determinó la tan anhelada resolución de la Dirección que daba de esta manera, la iniciación de las obras.

Fueron todos a festejar, y recién cerca de medianoche, volvió a su casa. Y allí lo esperaba una insólita sorpresa.

Al abrir la puerta escuchó unos pasos que venían de la cocina… ¿Tacones? 

El aroma a café y galletas recién horneadas hacen que se dibuje una sonrisa en la cara de Germán…¡¡Catalina!!

    -Hola Germán… ¿enterramos el hacha de guerra?...- En voz baja y con pasos muy despacio se acercó a él…

Germán la miraba con sorpresa y felicidad…esa carita de porcelana fina imposible de olvidar lo dejaba sin palabras.

    -¡¡¡Qué bien huele!!! …- Exclamó Germán mientras se acercaba a Catalina y dándole un fuerte abrazo le susurró al oído…

    -Te he echado mucho de menos…

Ella lo apretó contra su pecho y le respondió….

    -Yo también a ti.

Como siempre, los reencuentros son emocionantes, y más cuando el amor está de por medio.

Germán sonrió, y sin darse cuenta enfocó su mirada a la ventana desde la cual se observaba el parque…creyó vislumbrar un figura pequeña que lo saludaba…

    -No, no puede ser…

    -¿De qué hablas, amor mío, qué es lo que no puede ser?

 

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Autores

María Dolores Suaréz (marialoli) (Islas Canarias/España)

Beto Brom (Israel)

 

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*Imagen de la Web c/texto anexado

@DERECHO DE AUTOR/REGISTRADO


Encuentro para recordar

 



 

 




* A hombros de un gigante subías la colina, reías a carcajadas muy feliz, yo sentí miedo al verte, parecía que no fuera real. Te dejó colgada de un árbol de largas ramas, balanceabas tus piernas como si fuera un juego.
Mientras te observaba percibí que caían las hojas del árbol, como estrellas brillantes que caen del cielo, muchas no llegaban al suelo, volaban a lo alto de las copas de otros árboles y en su lugar crecían con rapidez unos pequeños frutos de color rojo.
Me acerqué silencioso y sin parpadear para no perder detalle de algo tan extraño y a la vez hermoso.
Al acercarme pude ver que llevabas un sombrero negro con hojas doradas y escuché una voz tan suave, tan dulce, cantabas en un idioma que desconocía.
Cada vez más cerca pude ver unas huellas enormes, en cada una de ellas crecían margaritas y revoloteaban mariposas de mil colores.
¿Mi imaginación? Era tan real que allí quedé asombrado y maravillado, esperando que bajaras del árbol...



*Ante todo te adelanto que soy real, aunque no cualquiera logra verme, y tú posees todos los requisitos para lograrlo. Eres una persona sencilla, joven, libre y jovial, y lo principal… amas la naturaleza. Cuando te vi paseando, gozando del aire, del sol, de los árboles y las flores… y correr tratando de acompañar en su vuelo a las mariposas…me dije, debo bajar y conocerte más de cerca. Y aquí me tienes, a tu disposición…noto que quedaste asombrado… ¿Deseas preguntarme algo?


*Muchas preguntas me gustaría hacerte. ¿Quién eres?, ¿O qué eres?... ¿Eres un Hada?... ¿Un ser mágico? … ¿O simplemente eres una niña diminuta?
¿Cómo es que siendo invierno en el pueblo y las montañas están cubiertas de nieve, a tu alrededor es primavera?
No quiero incomodarte con mis preguntas, siento unas ganas enormes de correr, saltar, jugar, respirar profundamente el aire de la mañana, un aire diferente y puro, el sol brilla con intensidad y no puedo dejar de sonreír, estoy feliz y me pregunto ¿Por qué?
De repente mi mirada se centra en ese otro ser, tan largo como el árbol más grande y tan silencioso como la noche más oscura, me fijé bien en sus ojos tristes y luego en sus pies, tan grandes y brutos, tal vez de cientos de años, lo observé todo y sin darme cuenta vi caer una lágrima a mis pies.



*Debo confesar que irradias ondas que atraen, esbelto joven, ahora entiendo el porqué de mi llegada. Tu alegría es como un halo que te rodea. Nada opaca tu bienestar, es más, tu cercanía contagia, y lograste que el día sea más bello, mucho te agradezco.
Quisiera dedicarte un regalo… ¿Qué prefieres? Dilo y te complaceré…



*¿Un regalo? ¿Quieres decir que me concederás un deseo o algo así?
Serian tantas las cosas que se me pasan por la mente para pedir que sería muy difícil elegir una, cierto que ver tantas cosas fantásticas a mi alrededor, sentir esta magia que rodea todo lo que mi mirada llega alcanzar a ver, ya siento que tengo mi regalo…. esta felicidad ya es mucho, pero siiiii...quiero algo….
Mira mi pueblo, parece triste, oscuro, los árboles sin vida, no hay niños jugando en la nieve ni los vecinos conversan entre ellos, ya no hay alegrías… ¿Puedes hacer que sientan felicidad? ¿Que disfruten de los días, aunque sean fríos? ¿Puedes hacer que sientan un poquito de lo que me has hecho sentir a mí? ¿Sí?




*Tus deseos reflejan tu inmenso corazón, por lo cual te nombro Embajador de la Felicidad, ve y encuentra a tu gente, comparte con ellos el cariño que desborda de tu cuerpo, estarán contentos de recibirlo…un nuevo y floreciente amanecer cubrirá el pueblo, ve…hazlos a todos felices…



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Autores

María D. Suaréz (maríaloli) (Islas Canarias-España)

Beto Brom (Israel)


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*Imagen de la Web c/texto anexado

*@DERECHOS DE AUTOR

 


lunes, 26 de octubre de 2020

HOGUERA DE AMOR

 


 

Huiste de nuestro nido cual ave desalojada, ni siquiera noté tu despedida, aún pequeños rescoldos desean revivir el fuego de nuestro amor… ¿dónde estás? los días son largos, las noches eternas.

 

Tres pasos en reversa y se nubló mi vida.

El camino tomado no es placentero.

Cargo con la cruz de los remordimientos.

Se consumen las horas con el recelo de tu sombra.

Sombra que me persigue

diciéndome: - te quiero.

Estúpida de mí que no valoré

el lecho tibio,

la luz brillante de tus ojos

iluminando mis tinieblas interiores,

aclarándome la  ruta perfecta,

de la mano de la felicidad.

 

Los momentos vividos junto a ti, son recuerdos que a semejanza de las olas del mar, arremeten frente a mi corazón con si fuera un peñasco de nostalgia. Me embarga la tristeza…mis sentimientos no encuentran donde cobijarse…me convertí en un náufrago a la deriva que boga en busca de costas firmes.

 

Amor perdido, eso eres.

Ya no hay vuelta atrás.

Me avergüenza haberte abandonado,

deseándote siempre que seas feliz.

Mereces la gloria para tus pies cansados,

ángeles cobijándose en tibia arena,

corona de laureles sobre tu cabeza.

Eso mereces,

no estos  pedazos de un egoísta corazón

que no sabe palpitar a un porvenir de paz.

 

Dulces aunque lejanas llegan tus palabras, compañera de inquietudes…trato de calmar mi corazón recordando nuestros encuentros ya convertidos en vivencias… temo que el tiempo transcurrido y la distancia que nos separa, sean insalvables obstáculos que entorpecen la visión del pasado, hasta quizás transformarlos en espejismo. Confieso, te extraño, te necesito…

 

 

Amor perdido,

te confieso que yo también te extraño.

Recuerdo nítidamente

la transparencia de tus ojos claros.

Aún guardo en un rincón de mi alma

la dulzura de tus besos,

me cala el frío de esta endiablada soledad

precio de mi estupidez.

Yo también desearía recuperar

aquella hoguera de amor.

Pido a la vida confabule a nuestro favor.

 

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Autores

Carmen Amaralis Vega Olivencia (Puerto Rico)

Beto Brom (Israel)





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*Imagen ilustrativa de la Web c/texto anexado

© Nerfect Free License v1.00


 

 

 

 


sábado, 24 de octubre de 2020

Las apariencias

 


 

 

 

Un día, la población se inquietó por la llegada de un viejo camión en la plaza de mercado. Llegó una mañana para dejar su mercancía, varios hombres se arremolinaron a su alrededor para ayudar a bajar la mercadería.

El conductor bajó del vehículo, tenía un mal aspecto, se veía débil y demacrado, con una palidez intensa que provocaba miedo. Estaba más lleno de muerte que de vida, pero aun así, pertenecía al mundo de los vivos.
Agradecido, saludó con mucho afecto a cada uno de los fortuitos ayudantes.
La parte más difícil del plan, vender todos los productos, era ahora su siguiente meta.

Decidió hacerse de clientes, y para ello, los precios que exigió, eran bastante atractivos.
Rápidamente la aglomeración fue notable, pues la noticia de la llegada del vendedor de la capital, corrió como pólvora de boca en boca por todo el pueblo.

El interés fue en aumento, al punto tal que, sin casi percatarse, el asombrado comerciante comprobó que en un par de horas, la gran mayoría de lo expuesto había cambiado de mano.

Y ahí estaba, cansado pero satisfecho, cuando un anciano se acercó al camión…enfocó sus cansados ojos a los del vendedor, y casi murmurando, preguntó…

    -¿Qué puedo comprar, que no sea muy caro?
    -Cualquier producto de los que tengo es económico-

Contestó el vendedor quien tenía por nombre Alfredo y tomando una fruta de su camión, se la regaló al anciano.

Este sonrió en agradecimiento.

Para Alfredo, la mirada de aquel hombre le resultaba muy familiar, sus ojos penetrantes parecía que lo veían todo, tenía una tez oscura de sol y barba mal afeitada, con arrugas muy profundas, y ojos pequeños. Su sombrero, su traje con chaleco, su mirada…era casi la viva imagen de aquella foto que una vez su padre le mostró de su abuelo.

Hablaron un buen rato, como si fueran viejos conocidos o grandes amigos, hasta que el anciano percibió que Alfredo estaba tan blanco como un saco de harina y dijo: “A enfermo, niño o anciano, hay que tenderles la mano”.

Y convenciéndolo lo llevó al hospital regional, conduciendo el camión de Alfredo.
El médico lo revisó de pies a cabeza, le hizo análisis de todo tipo, y habló con unas palabras técnicas que fue imposible retener ni siquiera los nombres.

Alfredo se portó como un soldado, si le hubieran pedido que aplaudiera con las orejas, también lo habría hecho. Luego de todo un día de ir de acá para allá con frasquitos, y placas, el médico dijo:
    -En una hora estarán los resultados.

Una enfermera apareció en aquel cuarto solicitando al paciente, los documentos para llenar unos informes; entonces recordó que estos estaban en la guantera del camión. El anciano se ofreció a traerlos, Alfredo asintió con la cabeza y le entregó las llaves del vehículo.

El anciano se estaba demorando más de la cuenta, se empezó a preocupar por su nuevo amigo, así que decidió ir a buscarlo, cuando se disponía hacer esto apareció el médico.

El doctor se puso los anteojos para leer. De un sobre de papel manila extrajo un informe y dirigiéndose a Alfredo comenzó a hablar:

    -El examen ha diagnosticado- Se detuvo ahí, y con una cara que no se ajustaba al análisis que iba a anunciar, volvió a leer el informe.
    -El examen ha diagnosticado, que tiene una infección a causa de una bacteria la cual se combatirá con antibióticos, pero no es algo grave.

Alfredo estaba contento, sintió como si le quitaran un peso de encima, luego se dispuso a buscar al anciano, cuando apareció la enfermera le informó que los documentos se los había entregado a su acompañante, el cual ya se había marchado. Alfredo salió corriendo del hospital y no vio ni al anciano ni a su camión.

A las corridas regresó al hospital, se dirigió a la enfermería, ubicó a la enfermera que lo había atendido y con pocas palabras relató lo sucedido.

Acompañado por el encargado de seguridad del hospital, quien se ofreció a brindarle ayuda, llegaron a la Jefatura de Policía, para presentar una denuncia por robo de documentos personales y del camión. Fueron atendidos por un cordial agente quien los llevó a la oficina del Jefe, Romano Salcedo. Éste, luego de escuchar los detalles pertinentes, se dirigió a nuestro más que ofuscado Alfredo…

    -Estimado señor, por ser este un pueblo chico, todos nos conocemos, a semejanza de una gran familia, espero me comprenda, y por lo tanto le diré que de acuerdo a la descripción que nos ha dado de ese tal °anciano°, lamento comunicarle que tal sujeto no pertenece al pueblo. Es de suponer que se trata de un malhechor que aprovechó el momento y las circunstancias propicias, para dar el golpe, y desaparecer sin dejar rastros. Lo único que puedo hacer es dar aviso a las cercanas comisarías del condado, informando del suceso. Esto es todo por el momento, estimado. Deje los datos al Agente García, dónde podremos informarle de producirse alguna novedad.

Sin sus papeles, sin su camión, con solo lo puesto, se quedó sentado en la recepción de la Jefatura de Policía…no sabía cómo saldría de este embrollo.

Raúl, el gentil agente de seguridad del hospital, trató de calmarlo y le sugirió que se albergue, por lo menos un día, en lo de Doña Jacinta, propietaria de la única pensión del pueblo.
Y hacia allí se dirigieron…



Una nube de polvo y arena volaba debajo de las ruedas del camión que se desplazaba rápidamente. El camino era una carretera polvorienta, llena de curvas, que cruzaba bellos cañaduzales y extensos cultivos de tabaco. El °anciano° sonreía maliciosamente, sabía que el arte de agradar es el arte de engañar, sin levantar sospecha alguna, hurtó el vehículo, pero la vida le enseñaría que quien riendo la hace, llorando la paga.

Después de haberse alejado por varios kilómetros, llegó a un pueblo desconocido, se bajó del vehículo y se dirigió a un establecimiento a tomarse un café con toda la parsimonia del mundo. Sabía adónde dirigirse a vender su botín, aunque estaba seguro que no le ofrecerían mucho por lo hurtado, porque el camión no se veía en buen estado, la cabina era de color rojo con la pintura desgastada por el sol, la madera de la carrocería estaba agrietada y el motor, con su ruido, pedía un cambio a los muchos años que tenía.

Una vez que terminó la bebida se fue sin que nadie se diera cuenta y sin pagar, pensó en desplazarse a un lugar apartado para dormir dentro del vehículo. Sacó las llaves del bolsillo, le costó mucho abrir la puerta que estaba muy dura.
Despertó con los primeros rayos del sol, se dio cuenta para su sorpresa de que las puertas estaban bloqueadas, no tenía ningún modo de salir del coche. Estaba totalmente cerrado y bloqueado a pesar de los intentos del ladrón, atrapado y sin posibilidad de salir.

Solo Alfredo, el dueño del viejo camión, sabía de los desperfectos, o arreglos mal hechos, que a simple vista no se veían. El truco de la puerta cuando se atascaba era darle tres empujones, dos hacia arriba y uno hacia abajo.

No tuvo más remedio que pedir ayuda golpeando los vidrios con las manos para hacerse oír, la gente se fue acercando para ayudarlo, pero sin conseguirlo.

El Agente García, que vivía en ese pueblo, pasó en su motocicleta y vio el aglomerado de gente, entonces se acercó.
Alguien le comunicó lo que estaba pasando y cuando se aproximó al camión vio la placa del vehículo; estando al corriente del caso del hurto y después de luchar, con la ayuda de los vecinos, logró vencer la caprichosa puerta. Acto seguido procedió detener al sospechoso y llevarlo a la Jefatura.

Una vez allí, un corto interrogatorio, más el obligado vistazo a los archivos policiales, pusieron en evidencia la verdadera identidad del °anciano°, dueño de un frondoso prontuario sobre sus hombros.
Resultó ser un conocido malhechor, con varias entradas y salidas de la cárcel, que provisto de inteligentes disfraces lograba embaucar a sus presuntas e inocentes víctimas.

Aquí se separan las historias de nuestros dos principales personajes.
El supuesto “anciano”, camino a la Cárcel del Estado, donde la justicia le otorgará unas nada agradables vacaciones tras las rejas.

Mientras que Alfredo, luego de recuperar su camión y documentos, emprendió el regreso a su comarca, no obstante con los bolsillos vacíos, pero con una nueva experiencia en su haber.


 

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Autores

FABIAN GUZMAN SANCHEZ (Colombia)

BETO BROM (Israel)

 

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@Derechos de Autor Reservados

*Imagen ilustrativa de la Web c/texto anexado

 


lunes, 12 de octubre de 2020

Crucero La Sílfide del Norte

 


 

Desde hacía mucho tiempo que Julia y  Ernesto se debían ese viaje camino hacia  Europa. No pudieron hacerlo cuando cumplieron sus treinta años de casados. No por falta de dinero si no por las vacaciones de la escuela de sus nietos que cuidaban desde hace tiempo, para que sus padres trabajaran.

Terminó de armar las valijas, la de ella y la de su marido y pensó, ¿No nos olvidaremos algo? ¿Llevaremos bastante ropa? ¿Cómo estará el clima allá en Italia?... Si bien el buque iría tocando varios puertos al final llegarían a Roma.

Bueno pensó….espero tener todo el papelerío al día para no tener sobresaltos.

Llegó el veinticinco…el taxi llegó a la hora acordada, subieron las valijas y partieron hacia el puerto. Faltaban dos horas para la hora de partida. Ernesto está bastante nervioso, siempre preocupado como era su costumbre, su Julita, como la llamaba, tranquila, segura de sí, trataba de calmarlo…

    -Todo está bien, tenemos tiempo de sobra, no te impacientes, ya estamos de vacaciones, tómalo con calma, querido…

Llegaron. Entregaron el equipaje en la recepción, documentación, pasajes…todo en orden…miraron el precioso barco que los aguardaba…La Sílfide del Norte, sofisticado nombre.

Mientras Julia subía por la escalinata, Ernesto se quedó unos pasos detrás y le sacó la primera foto, ambos sonrieron, ya estaban gozando del viaje. Sería un crucero de ensueño…junto a más de mil personas que albergaría la nave, disfrutarían de unas dos semanas de distracciones, buena comida, sin duda un placentero descanso que bien se merecían.

Los ubicaron en el camarote, que alegre casualidad…cuando vieron el numero grabado en la puerta, 19, era el día que se casaron,  allí en febrero…se dieron un beso antes de entrar, la pasarían muy lindo…con seguridad…

Desparramaron la ropa y otros enseres sobre la cama, para ir acomodando en el placar. Un poco chico se dijo para sí Julia, quien como toda mujer trajo en las maletas lo que iba a necesitar y lo,  que verdaderamente ya estorbaba,  como pensaba su cansado marido.

Ordenaron todo y se dirigieron al balcón del camarote donde los esperaban dos copas de fino cristal y un baldecito con hielo donde reposaba una pequeña botella de champagne, sobre una mesita acompañada con dos silloncitos de madera.

Se sentaron…Ernesto sirvió la refrescante bebida, levantaron sus copas, y entre sonrisas festejaron el inicio de lo que sería una viaje para recordar.

Disfrutaron la mayor parte descubriendo todos los rincones del barco, era más bien una pequeña ciudad. Negocios, bares, restaurantes, salón de fiestas, un teatro, dos cines, tres piscinas, dos gimnasios, en fin, un perfecto lugar para perderse. Con tanto trajín, se olvidaron de anotarse para la cena, por suerte a último momento los vecinos del camote de enfrente, les recordaron el pequeño detalle cuando al encontrarse en el pasillo los invitaron para ir juntos esa noche, ellos habían reservado para el segundo turno.

Los Forlín resultaron una pareja simpatiquísima, tanto Ingrid como su marido Alex, resultaron una pareja exquisita. Pasaron una velada hermosa, pues luego de la cena, la siguieron en el bar La Noche. Después de despedirse, quedaron en encontrarse en el desayuno la mañana siguiente.

Llegaron a desayunar al comedor a la mañana siguiente, un poquito tarde pues se habían dormido por lo de la noche anterior, tanta cháchara y ruido, aparte los dos wiskisitos que se habían tomado retrasaron sus presencias.

Desayunaron con bastante apetito y alegría pues hacía bastante tiempo que no se sentían tan bien.

Se extrañaron de la ausencia en el comedor de su pareja de amigos, pero pensaron que quizás estarían ocupados en otras cosas  y no le dieron mayor trascendencia al asunto. Quizás los verían a la hora del almuerzo.

Salieron para afuera a sentarse en las reposeras de cubierta para aprovechar el magnífico sol.

Mientras estaban gozando de una placentera mañana, recostados en cubierta, escucharon un aviso por los parlantes que interrumpió la música de fondo:

     -Se comunica a todos los pasajeros que, a raíz de haberse detectado una posible enfermedad en la nave, se solicita acatar las indicaciones pertinentes que serán repartidas en sus camarotes-

Al igual que los demás pasajeros, Julia y Ernesto, se dirigieron a sus camarotes para enterarse de la nueva noticia.

Una vez allí, leyeron la nota que la Dirección había dejado.

Entre otras, se les comunicaba que una pareja de pasajeros habían sido revisados por la enfermería de abordo, motivados por un cierto malestar general, y se cree que están afectados por un cierto virus; dado que los medios a disposición no permiten analizar a fondo el origen y tipo del mismo, se han tomado las medidas necesarias, para mantenerlos aislados del resto del pasaje.

Además se solicita a todos aquellos que lo consideran necesario, solicitar turno para ser revisados, marcando el número 20, en los teléfonos que se encuentran en los camarotes. También se les informaba, que al llegar a la primera escala, dentro de tres días, se enviarán las pruebas a un laboratorio local, para ser examinadas y conocer el resultado. Lo que sí, como medida preventiva, le adelantaban que no se permitirá el descenso de la nave. Esta exigencia proviene, se les aclaró, de las autoridades sanitarias de la ciudad donde atracará el barco y con las cuales ya había sido entablada comunicación, y además se mantiene un  contacto permanente. Se agregaba que, con seguridad, sabrían comprender las restricciones del caso, y que por supuesto están invitados a continuar disfrutando de la navegación, aunque, por el momento se les sugería permanecer en los camarotes, como acto preventivo.

Estaban muy asustados, y más lo estuvieron cuando un mozo del comedor les alcanzó unas viandas de comida para los dos. Se preguntaban cómo iban a hacer para  estar encerrados tres días en el camarote sin ver a nadie ni ir a divertirse por ahí.

Ernesto le sugirió a Julia que almorzaran lo que les habían dejado y que se durmieran una buena siesta…después Dios diría lo que vendría.

Se despertaron a las seis de la tarde, se ducharon y animándose se dirigieron al comedor que encontraron cerrado y a oscuras.

Un marino uniformado los reprendió y los conminó a irse a sus habitaciones, informándoles, además,  que el dicho virus ya había infectado un diez por ciento de la tripulación amén de quince familias a bordo.

Afligidos y sumamente asustados por la información, los esposos volvieron a su camarote sintiéndose molestos y maldiciendo la poca suerte que les cayó encima.

 Casi no cenaron, solo comieron unas frutas, bebieron agua y se acostaron.

 Durante la noche Ernesto tuvo pesadillas horrendas. Sintió que se moría y que lo arrojaban al mar. Bañado en transpiración, se despertó y unos intensos escalofríos le recorrían la columna vertebral de arriba hacia abajo.

Se levantó para darse una ducha caliente sin despertar a Julia que dormía plácidamente.

 A la mañana siguiente, recibieron el desayuno, en las respectivas viandas, por supuesto.

Mientras desayunaban, con poco apetito, no obstante la variedad de productos recibidos, otra vez entraron en funcionamiento los altavoces…

 

    -Estimados pasajeros, nuestras más sinceras disculpas, por todo el malestar que deben afrontar. Un peligroso virus invadió nuestra nave, por el momento la mayoría de los contagiados entre pasajeros y tripulantes, que ascienden a más de un centenar, están siendo atendidos por el personal sanitario de abordo. Una pareja de pasajeros y dos marineros, debido a su estado de gravedad, ya han sido evacuados en helicópteros, a uno de los hospitales de Cabo Verde. Estamos en continuo contacto con nuestra base en Uruguay, y también con el Ministerio de Salud Pública, quienes nos remiten indicaciones de cómo tratar a los afectados.

En las próximas horas llegarán refuerzos de personal sanitario de Cabo Verde, con una serie de medicamentos y demás elementos indispensables. Reiteramos la necesidad de permanecer en vuestros camarotes, para así evitar posibles contagios. A la brevedad recibirán por intermedio de personal de abordo, el horario asignado a los ocupantes de cada camarote para poder realizar un pequeño paseo en cubierta, para disfrutar de un poco de aire fresco. Cualquier pedido, consulta o información, marcar en el teléfono del camarote el número 22. Reiteramos que todo lo relacionado con algún malestar de salud, comunicarse con urgencia al número 20. Por supuesto que las viandas continuarán llegando a sus respectivos camarotes. Esperamos vuestra colaboración, y todos rogamos que juntos logremos afrontar este mal momento, con la esperanza que finalice a la brevedad.-

 

   -Por lo visto, el asunto es más serio de lo que pensamos...estoy muy nerviosa…

   -Sí, querida, estoy pensando cómo podríamos comunicarnos con nuestros hijos, pues con seguridad ya habrán escuchado las noticias y estarán muy preocupados.

Estaban bastante inquietos, maldiciendo al infierno por todo esto que estaba pasando, justo en el mes de su aniversario y encima con la ilusión que habían programado dicho viaje.

Se acostaron a dormir la siesta luego de haber almorzado dejando las frutas para más tarde pues a Ernesto le dolía un poco la garganta y estaba con carraspera.

 Habría pasado una hora desde que se acostaron cuando Ernesto le sugirió a su mujer llamar al número 20 de teléfono, pues se sentía raro, muy transpirado y con mucho malestar.

Julia bastante asustada aunque no decía nada, llamó al 20 donde daba continuamente ocupado.

Entonces llamó al maitre de la cocina para que les trajeran un té solamente, nada de leche o galletas, recién lo logró a las dos horas del llamado.

Cuando el mozo se asomó para dejarles la merienda les preguntaron cómo iba todo en el barco; a lo que el mozo les informó en modo confidencial, que ya pronto llegarán y atracarían en Cabo Verde, pero que ningún pasajero o tripulación podían bajar a tierra, era orden de las autoridades del lugar y que la cosa pintaba cada vez peor dentro del barco. Al segundo comandante lo habían derivado, junto a dos mozos de cocina en helicóptero no sabía dónde, Ya se suponía que había como doscientos cincuenta infectados por el misterioso virus en el barco.

Luego de tomar el té y darse una ducha Ernesto consiguió que vinieran de enfermería y lo atendieran.

Julia sentada en un silloncito  observaba la maniobra de los médicos-Presión alta, fiebre 38.2, algo de taquicardia y respiración agitada, más, desgano general.

Decidieron aislarlo en otra habitación hasta que se restableciera.

Julia lloraba a mares y no quería desprenderse de su esposo, hasta que una  autoridad del buque se puso firme y así lo aislaron a otra habitación.

Se la paso llorando todo el resto del día. Dos veces Ernesto la llamó y trató, aunque sin grandes logros calmarla; le contó que se sentía mejor, la atención era excelente, todo el personal médico era gente idónea, y hacían lo imposible para atender todas sus necesidades; eso sí, tenía un poco de dificultad para respirar, y de tanto en tanto, le conectaban una máscara de oxígeno, y que la fiebre aún era un poco alta.

Julia no durmió toda la noche…a la madrugada, junto a los primeros rayos de sol que se filtraron por la ventana, un malestar raro la obligó a quedarse acostada. Un ataque repentino de tos la sobresaltó, con dificultad logró incorporarse, una capa de sudor cubría todo su cuerpo…no esperó más… llegó con gran esfuerzo hasta el teléfono y marcó el 20.

Ya había pasado una semana desde que La Sílfide del Norte, permanecía atracada en un pequeño muelle alejado del puerto de Cabo Verde. La situación a bordo no mejoraba, muy por el contrario. De acuerdo al último comunicado del Capitán, enviado a las autoridades portuarias, un 80% de los pasajeros y un 50% de la tripulación estaban contagiados. Se solicitaba con urgencia la intervención de personal de Salud Pública, para prevenir que el problema llegue a mayores.

Llegó con mucha dificultad al teléfono y marcó el número 20.

Se volvió hacia la cama, pues ya no se podía tenerse en pie. Mientras pensaba en su situación no dejaba de pensar en su enfermo marido, pero a la vez con mucho temor por ella.

Llegaron alrededor de las tres horas dos enfermeros todos cubiertos con camisolines y barbijos y un médico; la revisaron y le indicaron que comiera bien y tomara mucho liquido y que se quede tranquila salvo que empezara con fiebre, además le sugirieron acostarse y tomar un calmante que le iban a dar y que más tarde volverían.

Ernesto en otro camarote cada vez estaba postrado y con ahogos, sin que surtiera mucho efecto que la máscara de oxígeno que una enfermera le colocaba de a ratos.  Solo tomaba líquidos de a traguitos pero ya ni eso toleraba. La situación estaba empeorando, ya no podía hablar por teléfono con Julia que con seguridad estaría más angustiada, a medida que el tiempo pasaba.

A la mañana siguiente luego del té con leche y sintiéndose mejor, Julia se animó a salir del camarote derecho a la pieza donde lo habían internado a Ernesto.

Al abrir la puerta un viento helado que venía de la ventana la sobresaltó, miró hacia la cama que estaba prolijamente echa, y vio el pijama bordo de su marido dobladito sobre ella. Un escalofrío siniestro le atravesó el alma de punta a punta. Abrió de un solo golpe el placar y observó las chinelas y la ropa interior de su marido, junto con la bata de dormir.

Un terrible sollozo le partió el pecho antes de caer desmayada.

La odisea de este crucero, no tuvo buen final. Todos los pasajeros, al igual que la tripulación, se contagiaron. Decenas de ambulancias se ocuparon en trasladar los enfermos más graves a los hospitales, y los demás a centros de salud, para mantenerlos aislados y bajo atención médica permanente.


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Autores

NORMA ALICIA ESTUARD (Argentina)


BETO BROM (Israel)


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